Un recorrido por el céntrico Eixample de Barcelona tiene que comenzar ineludiblemente por una de las iglesias más originales del mundo: el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia , todo un símbolo y reclamo internacional de la Ciudad Condal, visitado cada año por millones de personas que se sienten atraídas tanto por su contenido arquitectónico como por lo religioso.
La visita al máximo exponente del modernismo catalán debe incluir una inmersión en el taller donde trabajan los escultores, que restauran las maquetas originales de Gaudí a diferentes escalas con el objetivo de asegurar la fidelidad del proyecto original, así como una visita al museo en el que se muestran maquetas, fotografías y dibujos originales de Antonio Gaudí y a la tumba del arquitecto en el interior del templo.
Cualquier exploración rigurosa del barrio conducirá al viajero a pasear por l’Avinguda Gaudí, una avenida peatonal que, en perfecta diagonal, une el templo de la Sagrada Familia con otro de los grandes bastiones del modernismo catalán: el Hospital de Santa Creu i Sant Pau (Sant Antoni M. Claret, 167), obra de Lluís Domènech i Muntaner. Inaugurado en el año 1930 y declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 1997, las visitas guiadas permiten descubrir los entresijos y los subterráneos de este edificio, que posee una singular belleza artística.
Una vez embriagados de arte modernista, es el momento idóneo para reponer energías. En los alrededores de l’Avinguda Gaudí, muy cerca de Sant Pau, Tasca i Vins (Industria, 118) nos brinda la posibilidad de degustar un buen tentempié en un ambiente que rememora las tabernas del pasado. Las tostadas son tan grandes que resultan inabarcables para una sola persona. También se pueden saborear embutidos y carnes a la brasa a precios económicos. Y para disfrutar de un buen postre, en la coqueta Pastelería Mora (Avda. Gaudí, 60) se puede elegir entre una amplia variedad de tartas, pasteles y especialidades artesanas.
Un corto pero animado paseo en dirección hacia el Templo de la Sagrada Familia nos conduce hasta una pequeña tienda, Filatelia Gaudí (Avda. Gaudí, 27-29), en la que se pueden vender, comprar y admirar sellos y monedas de todas las épocas. Cambiando de tercio, conviene adentrarse en una de las industrias con más solera de la ciudad: la antigua fábrica de Cerveza Damm (Rosselló, 515), inaugurada en el año 1876. Previa reserva, la visita es gratuita y sumerge al visitante en la interesante y dilatada historia de once generaciones de maestros cerveceros.
Cuando el hambre asome de nuevo, el Restaurante Pizzería Felino (Marina, 269) es uno de los más recomendables de la zona. Un establecimiento de pequeñas dimensiones cuyos propietarios sirven una deliciosa cocina mediterránea e italiana acompañada de un trato afable y cercano. A escasos cien metros espera La Paradeta (Passatge de Simó, 18), ideal para los que prefieran un picoteo de raciones de marisco fresquísimo.
Para finalizar la jornada en esta zona se pueden compartir charlas y risas con los lugareños. El Samba Brasil (Lepant, 297) nos trae un pedacito de Brasil a Barcelona. Un pequeño local regentado desde hace varias décadas por una familia carioca, donde las caipiriñas se paladean al son de los ritmos más candentes. Tiene una extensa carta de cócteles –con y sin alcohol– y de zumos tropicales. Otra opción más clásica pero no menos acertada es el Casablanca (Dos de Maig, 277), una coctelería de las de toda la vida con copas muy generosas y raciones abundantes para picotear.
Texto: Viajar El Periódico