Viena es la ciudad con la mayor calidad de vida del mundo, algo que corroboran numerosos estudios y rankings. Hemos encontrado siete razones de peso para explicar por qué Viena es una ciudad tan excepcional y por qué alcanza el primer puesto año tras año.
Sus zonas verdes
Verde que te quiero verde… Con sus 990 parques y espacios verdes, sus 300.000 árboles, sus numerosos prados, bosques y campos de cultivo, Viena es una de las metrópolis más verdes del mundo. Las zonas verdes ocupan el 53 por ciento de su superficie. Los numerosos parques de la Ringstrasse o el Prater hacen posible llegar enseguida a un espacio natural incluso en el corazón de la ciudad. Gracias a la zona de la Lobau, Viena forma parte incluso del Parque Nacional Donau-Auen, uno de los últimos humedales salvajes de Europa. Y con su parte de los Bosques de Viena, la ciudad dispone de un parque biosférico propio que sirve de hábitat a muchos animales en peligro de extinción.
Actividades sin fin
También la oferta deportiva es sumamente variada. Los Bosques de Viena son un verdadero paraíso para los senderistas y ciclistas de montaña; varios de los once senderos municipales, perfectamente señalizados, los atraviesan. En el Parque de cuerdas altas de la colina del Kahlenberg puede respirar uno aires de montaña. Junto a este se encuentra un parque de tiro al arco 3D, una nueva atracción en la que se necesita una buena puntería. Por otro lado, los baños públicos de Viena y el Danubio y sus lagos colindantes garantizan diversión acuática. Y los que no saben parar quietos se van a correr o patinar por la Avenida del Prater o la Isla del Danubio. O demuestran sus capacidades con el surf de remo en el Antiguo Danubio.
Arte en cada rincón
100 museos y unas 250 galerías de arte contemporáneo, más de 15.000 conciertos al año, 80 festivales, 10.000 asientos en salas de conciertos y en tres óperas, unos 120 escenarios (para música y teatro), 28 palacios, 163 mansiones: más arte y cultura es imposible. Verdaderamente imposible. Excepcionales son sobre todo las mayores colecciones de obras de Gustav Klimt, Egon Schiele und Pieter Brueghel del mundo, visita obligada cuando uno viene a Viena.
Los monolitos del Augarten
Ahí están, como memoriales, las seis torres de defensa antiaérea de Viena. Durante la Segunda Guerra Mundial se encontraban en su parte superior los cañones que permitían defenderse contra los aviones enemigos. Recuerdan una época de la cual la gente no quiere acordarse. Dos de estas torres, de 55 metros de altura, se hallan situadas en los jardines más barrocos de Viena, rodeadas de avenidas construidas al estilo francés. En verano la gente hace picnics a la sombra de las torres o hace ejercicio, y los niños juegan. Estos colosos no hay quien los reviente. La explosión sería demasiado fuerte, ya que las paredes de hormigón son enormemente gruesas.
La Muscle Beach del canal del Danubio
Los que en Viena van al gimnasio, lo hacen porque quieren. Los tipos duros de verdad se entrenan a orillas del Canal del Danubio, en la llamada Muscle Beach de la calle Rossauer Lände. Los músculos son impresionantes. La batalla por conseguir el mayor número de dominadas se inicia de nuevo cada día. Se trata de un parque de juegos para los hombres musculosos de verdad. Quien se dé una vuelta por aquí o pase con la línea de metro U4 podrá observarlos a la hora del entreno y gozar en primera fila de este singular espectáculo muscular.
El planetario de un mundo inmaculado
La bola de nieve de cristal es una invención vienesa. Fue el abuelo de Erwin Perzy III quien descubrió por casualidad el efecto de la caída de la nieve mientras estaba experimentando. Así se fabricó la primera bola de nieve vienesa en el año 1900. La receta para la nieve artificial es estrictamente secreta. Hoy en día, Erwin Perzy III se ocupa de que caiga la nieve sobre la catedral de San Esteban, el Palacio de Schönbrunn y la Noria Gigante del Prater. La manufactura de bolas de nieve de Viena y su museo se encuentran en un antiguo edificio del barrio periférico de Hernals. Incluso Barack Obama, el antiguo presidente de los EE.UU., recibió una bola de nieve vienesa de regalo.
Acuacultura a la vienesa
Hasta ahora todos han sucumbido al encanto del Antiguo Danubio. Pasar un día en las largas playas situadas en sus orillas es como pasar las vacaciones en la Riviera. Con la diferencia de que con la línea de metro U1 se llega al destino deseado en solo nueve minutos desde el casco antiguo. Numerosas pasarelas permiten acercarse al agua; mientras verdes céspedes para tumbarse y numerosos baños públicos esperan la llegada de los veraneantes amantes del sol. Y cuando un largo día de sol llega a su fin, ante el decorado de la moderna silueta de la Donau-City no solo se han asado los pollos en los típicos chiringuitos de los baños vieneses. Hablando de asados: en los restaurantes Alte Kaisermühle o La Crêperie, en el mesón Gasthaus Birner o en la casita del Bootshaus se puede acabar el día de manera perfecta con vistas al agua.