En nuestros viajes hemos visto obras de ingeniería fantásticas que se extienden o se elevan distancias vertiginosas. Otros, como Sbeitla, hacen que uno se pregunte cómo sus habitantes construyeron lo que se yergue ante nuestros ojos sin la ayuda de modernos artilugios.
Texto y fotografía: Isabel Katto
La tenacidad humana es sorprendente y a veces se queda uno con la boca abierta ante la magnificencia de construcciones muy anteriores a las máquinas y que han perdurado durante siglos. Los objetos y obras en la antigüedad estaban diseñados para perdurar, no para desecharse con el paso de las estaciones o las tendencias y es, gracias a esa filosofía o al hacer bien las cosas, que cientos de años más tarde podemos sorprendernos, aprender y disfrutar de estas herencias que nos dejan con un buen sabor de boca. Sbeitla o Sufetula es una de esas herencias.
A lo romano
La región de Sbeitla, en el centro norte de Túnez, tuvo sus orígenes como asentamiento de nómadas hasta que llegaron los romanos para quedarse por un periodo de tiempo algo prolongado. Como buenos romanos, iniciaron la conquista y población de la región por allá en el año 67 DC bajo el reinado de Vespasiano y como buenos romanos que eran, no podían conformarse con humildes chozas de madera o vivir en jaimas como sus vecinos beduinos, no, ellos tenían que erigir una ciudad que fuera un faro de civilización en la región y una muestra de su poder económico y cultural.
Lo primero que impresiona cuando se para uno frente al arco de Diocletiano es lo bien preservado que está. Esto no es otra cosa que el inicio de una visita fantástica, pues Sufetula tiene los vestigios romanos mejor conservados de Túnez, y sus magníficas construcciones son un indicio de la prosperidad de la ciudad. Quienes hayan visitado ruinas romanas como las de Mérida o Roma incluso sabrán que los romanos adoraban hacer todo a lo grande. Les encantaba decorar sus habitaciones y hasta los objetos más utilitarios tenían un enorme componente estético que hacía de la vida algo muy placentero. Sufetula posee no solo el componente estético de una ciudad romana, sino también la funcionalidad de calles bien trazadas y un sistema de drenaje. Si un habitante de Sufetula reviviera, con seguridad podría conducirnos a su casa.
Un poco de historia
Como señalamos un poco más arriba, este asentamiento romano tuvo orígenes humildes pues antes del Imperio fue un asentamiento beduino, hasta que la 3ra. Legión Augusta estableció un campamento en Ammaedara y desde allí inició la conquista y pacificación de la región. Cabe anotar que Ammaedara hoy día es Haidra, casi en la frontera con Algeria, y es la ciudad romana más antigua de África. Las campañas de la 3ra. Legión Augusta concluyeron con la capitulación del líder berebere Tacfarinas. Bajo el mandato del emperador Vespasiano, Sufetula inicia una época próspera gracias a la elaboración y comercialización del aceite de oliva. Numerosos indicios, así como restos de las prensas de aceitunas, así lo atestiguan. La riqueza resultante de este comercio posibilitó la construcción de las magníficas estructuras que es posible admirar hoy día. El declive del imperio romano hizo mella también en esta ciudad y pudo ser conquistada por los vándalos, quienes también dejaron su huella en forma de altares a sus dioses paganos.
La ciudad vio un renacimiento de su esplendor cuando el prefecto bizantino Gregorio, en el siglo VII, decidió abandonar Cartago y mudar la capital a Sufetula. Gregorio declaró la independencia de Bizancio, pero esta etapa duró poco, pues un año más tarde fue conquistada por los árabes y Gregorio, asesinado.
La visita
A pesar de que esperamos a que cayera la tarde para iniciar nuestra visita, el calor se hizo sentir. Nuestro viaje desde Túnez capital fue un tanto cansado, por lo que primero nos dirigimos al hotel a refrescarnos y esperar a que el calor remitiera un poco. Aun así, cuando admirábamos el arco de Diocletiano, inicio del recorrido, el sol y el calor casi nos hace desfallecer, y eso que era mediados de abril. Es importante llevar agua y algo para cubrirse, pues el recorrido con explicaciones y todo puede tomar unas dos horas, y con un sol casi cayendo a plomo puede ser mortal. Si vamos con niños pequeños, sugiero planificar bien la visita. Se debe uno informar de los sitios emblemáticos que se desean ver y limitarse a ellos, ya que tanto sol puede sentar mal a los niños.
Nosotros paseamos por toda la ciudad, escuchando embelesados las explicaciones de nuestro guía. Una de las cosas que más poderosamente llamó nuestra atención fue una pila en los baños decorada con mosaicos que dibujaban motivos marinos. Nuestro guía nos explicó que los romanos utilizaban diferentes motivos para las distintas estancias de sus villas o casas: marinos para el baño, de caza o animales para el comedor y plantas para las de descanso. Los mosaicos incluso limitaban las áreas como hoy día lo haría nuestra mesa de comedor, por ejemplo.
Los imperdibles de Sufetula
No hay que olvidar que Sufetula es una ciudad; no muy grande, pero es una ciudad y el área es bastante extensa. Como en toda ciudad, hay sitios de mayor o menor interés. Es interesante ver el trazado urbanístico que aún se mantiene y podemos maravillarnos con su funcionalidad, pero indudablemente que hay sitios que no debemos perdernos.
El foro: Considerado como uno de los mejores preservados en el mundo, se accede a él por el arco de Antonio y ostenta un enorme patio enlosado.
El capitolio: A diferencia de otros sitios, en el capitolio se erigieron tres templos para cada una de las deidades más veneradas por los romanos: Júpiter, Juno y Minerva. Este tipo de arreglo solo existe en otra ciudad y que casualmente se encuentra en España: Baelo Claudia a 22 kilómetros de Tarifa y cerca de Bolonia.
Baños públicos: Los baños públicos eran el centro de la vida social y política de las ciudades romanas, por lo que se les daba bastante importancia. Un ingenioso sistema proveía agua caliente y fría a los baños.
El teatro: Restaurado en buena parte, aún conserva el esplendor de antaño.
Los templos bizantinos: Bizancio dejó allí su huella, y como testigo se erigen templos que aprovecharon algunas de las estructuras romanas. Claro ejemplo de ello es la pila bautismal en la iglesia de San Vital, que ostenta mosaicos romanos y a la cual se le añadió una cruz.
No soy experta arqueóloga, pero es imposible no sentir un cosquilleo que recorre todo el cuerpo ante la belleza de este lugar. El sol le ha dado a la piedra un color suave que se debate entre el rosa y el dorado, y a pesar del silencio, uno puede claramente escuchar el bullicio de sus antiguos habitantes y casi verlos caminar por las calles. No puedo menos que conmoverme ante la belleza que aún se conserva y desear que continúe preservándose para futuros visitantes.