La cantidad y la calidad de tiempo que pasamos con nuestros hijos decrece de año en año, o al menos esto sostienen numerosos estudios. La demanda creciente de nuestros trabajos y la gestión de la producción familiar, hacen difícil encontrar momentos tranquilos para la comunicación y las relaciones y es muy común en las personas de más de 40 años, rememorar con morriña las vacaciones familiares de su infancia. Nos marcaron.

Aunque viajar pueda parecer desde fuera una actividad recurrente que se realiza cada año durante las vacaciones escolares, su impacto en tu vida va más allá. O al menos eso arroja un estudio del Journal of Travel Research que expone algo tan concluyente como que, entre otras cosas, viajar en familia reduce el riesgo de divorcio.
Tanto es así, que el gobierno de Malasia, abrumado por el alto índice de divorcios, instauró un programa de viajes para parejas llamado “Programa de la Segunda Luna de Miel”. Al leer estas líneas habrá quien piense que se produce el efecto contrario, pero la realidad es que no consiste tanto en tener “días libres” como en diseñar y elegir bien las vacaciones para toda la familia.
En WeGoWild Travel somos expertas. Diseñamos viajes teniendo en cuenta qué dicen los estudios. Tenemos claro que nuestros objetivos pasan por que las personas vivan una experiencia transformadora que las haga ser más felices y más conscientes.
Sabemos que viajar facilita la expresión de emociones positivas en los niños y niñas y les hace sentirse realizados y felices (Psychological research and intervention Journal). Nada muy distinto para adultas/os, ¿verdad?
Así pues, el viajar a un destino con interés y de manera segura, incrementa los niveles de felicidad de toda la familia, fortaleciendo los vínculos y creando un álbum de recuerdos para toda la vida.
Anécdotas reales
Rompemos las inercias de la vida moderna, para introducir a nuestras familias viajeras en una aventura controlada.
Entran en contacto muy directo con personas locales, con sus costumbres, su gastronomía, su historia y naturaleza convirtiéndose en protagonistas de su propia película. Y al margen de a dónde se viaje, lo que nos quedamos son las confesiones durante o después de la estancia.
Como uno de nuestros viajeros pequeños, que con 9 años en un viaje al desierto marroquí quedó impresionado de, y así lo manifestó de manera libre, con qué poco y con qué intensidad disfrutaban los niños de la aldea.
O en un viaje a Cuba, bajo una tormenta torrencial e inesperada, una familia cubana nos brindó su casa para refugiarnos y compartir un ratito de calidez humana.
O cómo nuestros peques desconocen lo que la palabra racismo significa cuando viajamos a Cabo Verde y se pierden jugando con los niños y niñas locales.
O en Costa Rica cuando nos alojamos en una gran casa local en mitad de la selva y todo el grupo, formado por 17 personas entre mayores y pequeños, descansa una tarde jugando a las cartas en el jardín salvaje de la casa. “Parecemos una gran familia jugando a las cartas”, resumió una de las niñas.
Compartimos vivencias intensas en distintos rincones del planeta y eso, seguramente, nos hace personas más felices.