La belleza cristalina del lago y el río de Zúrich contra los Alpes nevados deslumbra pero no ciega: aún somos capaces de ver la multitud de posibilidades que nos ofrece una ciudad tan cosmopolita como acogedora. Diversión, placer, naturaleza y cultura nos esperan.
Zúrich es una ciudad cómoda, incluso para acceder a ella. Su transporte público es el más denso del mundo, y este hecho nos facilitará enormemente los desplazamientos. El Aeropuerto Internacional de Zúrich está conectado con vuelos regulares con más de 150 destinos del mundo, y la Estación Central de Tren se encuentra en pleno centro de la ciudad. Además, cada cuarto de hora o media hora, salen trenes de cercanías que unen la ciudad con el resto de la región de Zúrich. La red se completa con autobuses y tranvías que circulan a intervalos de pocos minutos.
Hemos querido hacer esta entrada sobre los transportes, porque sabemos que los desplazamientos se complican cuando viajamos con pequeños. Aquí podemos estar tranquilos: la eficiencia es máxima y la disponibilidad, también.
Sin prisas
Y hablando de comodidad, en Zúrich podemos pasear en familia despreocupadamente, porque el centro de la ciudad es prácticamente peatonal, y no hablamos solamente del casco antiguo, sino también de sitios tan emblemáticos como la gran Bahnhofstrasse, una de las avenidas más exclusivas del mundo. Es, en definitiva, una ciudad amable. Diseñada para que la descubramos sin prisas, conociendo cada rincón, como el campanario de la Grossmünster con sus dos torres o la iglesia de Fraumünster y sus vidrieras de March Chagall, de fama mundial.
Otra visita imprescindible en nuestro paseo por el casco antiguo es el Schipfe, uno de los barrios más antiguos de la ciudad, con más de 2.000 años; y si nos acercamos a la iglesia de St. Peter, podremos ver el cuadrante más grande de Europa.
Castillos y galerías
Tiene mucho interés también el Museo Nacional Suizo, cerca de la Estación Central, porque los disfrutaremos tanto nosotros como nuestros hijos. Ellos, porque sus torres, que tienen más de 100 años, recuerdan a las de un castillo de cuentos de hadas; y nosotros, porque conserva la colección más extensa de la historia cultural de Suiza.
Muy impresionante es también al Museo Rietberg, con su espectacular pabellón de cristal con efecto esmeralda. Se trata de uno de los museos europeos más importantes de arte extraeuropeo. Precisamente, Zúrich se caracteriza por la gran cantidad de galerías que contiene, más de 100, y proliferan también las casas de subasta, donde se pueden adquirir los objetos de arte más prestigiosos.
A pleno pulmón
Pero nosotros queremos disfrutar con nuestros hijos, y en Zúrich tenemos la mejor oportunidad de hacerlo gracias a la exuberante naturaleza que, además de en los alrededores, se encuentra en la misma ciudad. Desde numerosos parques y jardines, pasando por oasis idílicos, como el mirador Lindenhof y el barrio de los artesanos Schipfe, hasta paseos en los barcos del Lago de Zúrich y el río Limmat, la ciudad nos invita a disfrutar a pleno pulmón.
En 10 minutos, desde cualquier punto de la ciudad, podemos plantarnos en el bosque para dar un paseo más que excitante. Y si a nuestros hijos les entra sed, no tendremos ni que llevar botellines de agua, porque Zúrich es una de las ciudades más ricas en fuentes: hay alrededor de 1.200, así que seguro que encontramos alguna cerca.
Ciudad del agua
Si viajamos con buen tiempo, incluso podemos darnos un chapuzón en cualquiera de los numerosos baños del Lago de Zúrich o del río Limmat, cuyas aguas son de una calidad excelente. A las orillas, podemos hacer un poco de footing, patinar, pasear o disfrutar de un buen manjar en cualquiera de las terrazas de los restaurantes.
Incluso podemos dar un paseo en barco por el lago. Muy recomendable es hacer una excursión a la ciudad medieval Rapperswil, con su castillo y el puente de madera más largo de Suiza.
Senderismo y selvas tropicales
Después de reposar la comida, podemos emprender una divertida excursión. El camino alrededor del Lago de Zúrich ofrece 124 kilómetros de senderismo que nos llevan por bosques, colinas y valles; además, nos iremos encontrando muchos puntos de interés turísticos.
Para nuestros hijos serán muy instructivo, porque es frecuente observar animales del país, como ciervos, ardillas y zorros en el parque salvaje del bosque natural de Zúrich Langenberg. Y el Uetliberg, en la montaña de Zúrich, es un mirador impresionante que domina toda la ciudad y la región, con los Alpes nevados presidiendo en el horizonte.
Si tenemos tiempo, merece la pena hace una excursión a las Cascadas del Rín, que son las más grandes de Europa.
Cuando nieva, el camino hacia el Uetliberg se convierte en una pista de trineo, mientras que en la ciudad, las pistas de patinaje invitan a practicar el deporte de invierno. Pero también con temperaturas gélidas en Zúrich es posible sumergirse en el trópico, gracias a la selva tropical Masoala: la única selva tropical en Suiza y proyecto de protección de la naturaleza del parque zoológico de Zúrich.
Chocolate y otros manjares
Si hablamos de gastronomía, no podemos olvidar que estamos en un país cuyo referente principal en este aspecto es el chocolate. Sólo ellos saben cuál es la justa medida en la mezcla de cacao y leche para preparar los deliciosos dulces. Y ese secreto tiene nombres. El primero es Rodolpe Lindt, creador de la concha, un laminador que conseguía un chocolate más fino y blando. El segundo, Sprüngli, cuyas excelentes trufas se han ganado el reconocimiento de ser mejores que los macarons franceses. Podemos visitar las conquistas de los dos maestros detrás de la fábrica Lindt&Sprüngli, uno de los símbolos de la ciudad.
Pero Zúrich va más allá del chocolate. Aquí podemos vivir exquisitas experiencias culinarias. Restaurantes para gourmets, cocina tradicional de Zúrich, locales de moda, deleite en la naturaleza a la gastronomía entre antiguos muros: la oferta es muy variada.
En los meses de verano, los restaurantes amplían su capacidad con terrazas al aire libre: bien sea en restaurantes en el casco histórico, con sus patios románticos, en terrazas ajardinadas y con vistas impresionantes o bien junto al lago o al río.
Hacer un brunch el fin de semana en Zúrich es toda una tradición. Los sábados y los domingos numerosos cafés con encanto y bares ofrecen opulentos bufets o una carta variada de brunch. Pasar tiempo juntos, charlar, disfrutar de la comida: así es como comienzan los zurigueses sus días libres.
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