Siempre me ha parecido muy curiosa la forma en la que normalmente se presenta la información del tiempo en España. Un mapa recortado en el que Portugal no aparece y da toda la impresión de que Badajoz tiene playa. Porque los pirineos aparecen y se intuye la existencia de Francia, pero de Portugal, ni rastro, como si se hubiera hundido tras un cataclismo.
Aunque parezca mentira, Portugal es para muchos españoles un gran desconocido. El Algarve, por sus playas; Lisboa, porque cada vez más gente habla de lo bonita que es, y Oporto, por su equipo de fútbol, son las puntas de lanza en España para conocer Portugal, pero el Alentejo es el gran desconocido. De hecho, cuando estaba preparando el viaje y me preguntaban, y yo decía que iba al Alentejo, la mayoría ponía cara de “hay que ver los viajes tan lejos y raros que hace este chico”, mezclada con cara de “y se lleva tan lejos a su familia, con los niños…”.
El Alentejo ocupa casi la tercera parte de Portugal, y sus pueblecitos de interior son un remanso de paz. Podremos comprar estupenda artesanía y pasear por montes y llanuras lejos de los agobios de las ciudades. El alcornoque es casi omnipresente en el Alentejo, con sus números pintados con cal para poder saber el año en el que fueron descortezados y el año venidero en el que deban de volver a pasar ese trance.
Los ríos y embalses alentejanos nos permiten una nueva forma de turismo rural, el náutico. Alquilar embarcaciones y navegar por ríos y canales es algo habitual en Francia y otros países europeos. Pero en la Península Ibérica es algo novedoso y único que sólo se puede realizar en el Alentejo.
La empresa Amieira Marina alquila barcos que se pueden conducir sin licencia en el lago artificial y las ramificaciones del Barranco de Alqueva. Podemos ver más detalles en www.amieiramarina.com. Incluso un torpe como yo fue capaz de atracar y desatracar con un cursillo de una hora. Además, mis hijos disfrutaron como enanos al mando de la embarcación bajo la supervisión paterna.
La gastronomía
El gazpacho alentejano merece comenzar este apartado. Porque está muy bueno y porque es muy diferente al nuestro. No en los ingredientes, que son muy similares, sino en la preparación y presentación. No se baten los ingredientes, sino que se pican y se sirven con hielo y agua. La sopa alentejana está muy bien para los adultos, pero para los niños resulta demasiado especiada. Es una sopa de ajo con pan migado y un huevo encima. El problema para los niños es que lleva mucho cilantro y eso puede no gustarles.
Una verdadera comida alentejana comienza con uno de los dos platos anteriores, y luego un segundo. Aquí debemos resaltar que los segundos los sirven muy abundantes y son bastante contundentes, con lo que si no queremos dejar comida en la mesa, tengámoslo en cuenta. El bacalao, el cerdo y la caza son la base de los platos que podremos disfrutar. Pero lo que no podemos dejar de probar son los dulces. Cada vez que viajo a Portugal me corroe la envidia. Los portugueses no han dejado caer en el olvido las recetas de los postres tradicionales y de convento. También puedes pedir los helados clásicos de terrina, pero hasta el más modesto restaurante tiene su par de postres tradicionales buenísimos. Mi recomendación personal, el ovo encharcado. Si está bien preparado, es difícil encontrar un postre mejor.
La cercanía con Extremadura nos tiene que hacer pensar en el cerdo ibérico. En el Alentejo también hay, lo llaman Porco Preto. Y lo más bonito del asunto es que el precio es bastante asequible. Tanto con embutidos como con carnes podemos darnos un buen homenaje sin desfondarnos la billetera.
Los pueblecitos
Es difícil resumir tantos pueblos y tantas sensaciones. Cada uno tiene su encanto, que a lo mejor no es ni lo que aparece en las guías. Puede ser un parque, un bar típico, un castillo, una iglesia o simplemente sus gentes en la plaza del pueblo. Cuando me jubile, yo quiero vivir así.
Marvao, con su castillo y su villa típica elevada. Aunque la carretera del castillo pueda parecer un poco puñetera, no lo es tanto, y la recompensa si subimos merece la pena. Además, aunque es una villa turística, los precios no son muy altos. Por menos de 9 euros hay menús.
Portalegre, con su fantástico museo de tapices. Donde además de poder ver una gran exposición, nuestros hijos podrán ver cómo se hacen.
Elvas no es un pueblecito, casi es una ciudad, pero merece la pena para hacer las últimas compras antes de volver a España y ver sus dos iglesias principales.
De Évora ya hablamos, mucho y bien, en el número pasado. Es toda una ciudad Patrimonio de la Humanidad, y ninguna visita al Alentejo estaría completa sin realizar una visita a esta ciudad.
Arraiolos, con su iglesia y su castillo. Por cierto, que si nos vamos a alojar en el parador y nos estamos guiando con un GPS, hay que tener mucho cuidado con una cosa. Nos puede llevar por un camino equivocado y en vez de entrar por la entrada principal, llevarnos por unos callejones y luego por un bosquecito sin asfalto y muy empinado, hasta la entrada trasera del parador. Lo mejor es llegar al pueblo y luego seguir las indicaciones tradicionales de tráfico.
Y tantos y tantos pueblos y aldeas, que harían menester una revista entera para poder hablar de todos sus atractivos. Sin lugar a dudas, el turismo rural por el Alentejo es una buena idea.
El Alentejo en coche
La mejor forma de conocer el Alentejo es en coche. Las carreteras están muy bien y todos los puntos de interés están bien comunicados. Mi GPS tuvo la extraña manía de meterme por carreteras de montaña, pero eso es porque sólo calcula tiempo, no tiene en cuenta si una carretera es mejor o peor. Por eso, recomiendo apoyar la conducción con un mapa tradicional.
Alojarse en las pousadas
Las pousadas son como los paradores, pero en versión portuguesa. Si no supiera que son empresas distintas, juraría que son la misma gerencia. Si queremos turismo rural y no renunciar a las comodidades de los mejores hoteles, esta es la mejor opción. Pero tengamos en cuenta que el precio es muy superior al resto de posibilidades. Sobre todo en el tema de la comida.
La costa del Alentejo
El Alentejo también tiene su parte costera. Con unas playas vírgenes y otras casi vírgenes que son una maravilla. En este reportaje nos centramos en los pueblecitos de interior, pero en próximos números hablaremos de esas estupendas costas alentejanas. Costa bravías y del Atlántico, que hay a quien le encantan, como a mi familia, aunque no es el tranquilo Mediterráneo.