Seguro que la mayoría de nuestros lectores tendrán una imagen de Suiza asociada a tópicos que damos por buenos. La naturaleza que culmina en los Alpes, el queso de Gruyère, los relojes, sus bancos… Y pronto nos daremos cuenta de que esas apreciaciones son ciertas, pero hay que bucear algo más para descubrir todas las posibilidades que nos ofrece este país.
Lo primero que sorprende de Suiza es la exquisita atención que dispensan a las familias, tanto en las instalaciones hoteleras como en los contenidos turísticos que se ofrecen. Es una asignatura que mejora en otros países europeos, pero que, ni mucho menos, alcanza el mismo nivel que hemos encontrado en esta visita.
Llama también la atención el cuidado y esmero que ponen en sus calles. Los adornos florales son continuos y se encuentran siempre en un estado irreprochable. Suponemos que este logro es tanto producto de la diligencia de los empleados municipales como del respeto de los ciudadanos, conscientes de que su actitud influye en el disfrute de todos.
Como curiosidad, nos encontramos incluso con una bicicleta completamente ornada con flores. Todavía nos estamos preguntando qué hacía ahí de esa guisa, pero nos faltó tiempo para retratarnos junto a ella.
Reinado de los Alpes
Anécdotas aparte, Suiza es un alarde de la naturaleza, y nos lo demuestra continuamente. Los Alpes son los reyes, y por supuesto, no podíamos perdérnoslo. Nosotros fuimos al centro de vacaciones Moléson-sur-Gruyères, donde se encuentra la mayor estación de esquí de la zona. Teníamos dos opciones para subir, el funicular y el teleférico. Elegimos el primero porque, la verdad, aunque no dudamos que sea seguro, nuestra hija es todavía pequeña y temíamos que pudiera impresionarse por las alturas.
Esa es nuestra experiencia, pero está claro que no hay nada escrito y cada familia actuará según sus posibilidades, conociendo las posibles reacciones de sus hijos. Nosotros vimos a padres con sus hijos subiendo a pie unas pendientes que espantaría a Induráin. Quiero decir que nuestras preferencias no son prerrogativas, tan solo decisiones que tomamos sobre la marcha dada nuestra particular circunstancia.
Una vez arriba, nuestro primer impacto será, obviamente, el visual. Nosotros venimos del sur de España, así que lo que a nosotros nos resulta impresionante, a nuestros amigos del norte quizás no les parezca tan extraordinario. En nuestro caso, tanto verde nos resulta irreal, como una postal preparada a propósito para crear un entorno idílico. Ni siquiera faltaban las vacas pastando y retozando en la hierba. Si veo esto en una foto, sospecho de Photoshop directamente.
Las cadenas montañosas que se suceden aportan también gran calidad visual, pero eso no nos resultó tan novedoso, porque donde vivimos, precisamente la montaña es un elemento muy presente.
Además de disfrutar con las vistas y practicar esquí, podemos alojarnos en un albergue, que es la opción más recomendada. Nosotros no lo hicimos porque establecimos nuestra primera base en Ginebra, y desde ahí nos movíamos según nuestro plan del día. De haberlo hecho, las guías nos recomendaban las puestas y salidas del sol, que adquieren especial belleza en este paisaje.
Ya dijimos que en Suiza se cuida mucho el turismo familiar, así que no nos sorprendió encontrarnos con instalaciones recreativas que nuestros hijos, y también nosotros, tenemos que confesarlo, disfrutaron de lo lindo. La principal atracción consistía en una especie de carricoche que se desplazaba a través de un raíl, en un amplio recorrido con curvas, subidas y bajadas.
Por supuesto, los Alpes abarcan mucho más que nuestra limitada experiencia. Como sabemos, es una cordillera de montañas altas que se extienden por el sur y centro del país. Albergan estaciones de esquí que están entre las más conocidas del mundo, y más allá de sus posibilidades recreativas, constituyen un valor natural de primer orden. Valles, cascadas y glaciares son algunas de las maravillas que podremos contemplar si nos adentramos en sus montañas.
El valle del Rin Anterior nos ofrece una oportunidad perfecta para disfrutar la naturaleza sin abandonar el coche. Las carreteras alpinas serán nuestra guía, puesto que están bien delimitadas en distintos itinerarios que podemos recorrer. Podremos subir hasta el desnudo paisaje en el verde valle del Oberalpreuss hasta el Oberalpsse, pequeño lago que se esconde durante un kilómetro en un túnel antiavalanchas. Otra opción es partir desde Disentis/Muster para continuar por la vía del tren por el bonito vall del Rin Anterior, pasando, al lado del viejo puente de madera cubierto, la profunda desembocadura del valle Russein. Existe muchas otras posibilidades que iremos descubriendo por nosotros mismos.
Autopistas
Ya hemos comentado que elegimos dos ciudades como bases para movernos, y son Ginebra, para la zona sur, y Zurich para la norte. Así que el coche fue para nosotros un elemento principal en este viaje. Las comunicaciones son muy buenas en Suiza, así que las carreteras no suponen ningún problema. Solo hay dos aspectos que deberemos tener muy presentes.
En primer lugar, la limitación de velocidad se cumple de forma estricta, y resulta que en muchos tramos la prohibición se establece en los 80 kilómetros por hora; y a veces, se concede el respiro de 100 kilómetros hora. No vimos demasiadas señales que permitieran los 120 que marcan el máximo legal para autopistas. Veréis enseguida que todos cumplen, así que no es aconsejable distinguirnos en este aspecto, porque además, si nos pillan, tendremos que abonar la multa en efectivo en ese mismo momento o nos retendrán el coche.
El otro aspecto que conviene señalar es que, para circular por las autopistas, necesitamos una adhesivo, llamado vignette, que debemos colocar en lugar visible, y que nos costará unos 50 euros al cambio. Lo más habitual y cómodo es comprarlo directamente en la frontera. Una vez adquirido, ya estamos habilitados, durante 14 meses, para circular por las autopistas sin más restricciones.
Cuidada y bien comunicada
Hecho el pertinente paréntesis de las carreteras, nos centramos ahora en Ginebra. Varias impresiones de trazo grueso antes de entrar en más profundidades. Las banderas proliferan por todas partes. Cualquier excusa es buena para recordarnos que nos encontramos en Suiza. No sé si será costumbre o chovinismo, pero lo que aquí veríamos como un exceso de tendencia sospechosa, allí es vivido con una naturalidad que no deja de llamarnos la atención.
Otra observación tiene que ver con algo que ya hemos señalado, pero no nos cansamos de repetir. Las calles y jardines están cuidados de una forma que roza la obsesión. Los adornos florales se cambian según la estación del año, y siempre se encuentran en estado de revista.
En cuanto a las infraestructuras, Ginebra es una ciudad muy cómoda. El tranvía se revela como un transporte excelente, con la misma comodidad y puntualidad que nos puede ofrecer un buen metro, que es la comparación que podemos hacer en España, pero sin los inconvenientes de un transporte subterráneo.
El lago Lemán, popularmente conocido como el lago de Ginebra, es una de las principales atracciones de la ciudad y, lógicamente, no quisimos perdérnoslo. Se trata del mayor lago de Europa occidental, y se ubica al norte de los Alpes, entre Francia y Suiza.
Solo su contemplación ya justifica un viaje a Suiza, porque es un espectáculo digno de presenciar. Su forma alargada forma un arco que, en los días más claros, parece abrazarse con los Alpes. La cantidad de agua que contiene es tanta, que es capaz de crear un microclima a su alrededor, de tal forma que en invierno irradia el calor retenido durante el verano, y en esta estación, sirve de refresco para sofocar un poco el calor.
El hecho de que se trata de una gran atracción turística se constata con solo contemplar la cantidad de embarcaciones de recreo que navegan el lago, y que conviven con los pesqueros locales, que también sacan partido de este recurso. Pero lo que más salta a la vista, y nunca mejor dicho, es el Jet d’Eau, literalmente chorro de agua, que no es más que una inmensa fuente que se eleva desde el lago. Llega a alcanzar una altura de 140 metros, lo que la convierte en una de las más altas del mundo.
Precisión suiza
Los tópicos son estigmas que debemos soportar o bondades que llevamos con orgullo, según como afrontemos. Los Suizos se muestran muy orgullosos de los suyos. Los relojes constituyen uno de sus principales emblemas, y en Ginebra cobra aún más fuerza porque es, precisamente, la verdadera capital de la relojería, aunque se haya extendido a buena parte del norte. Escaparates, emblemas e incluso parques nos recuerdan a cada paso este hecho.
Swatch, la conocida empresa de relojes, decidió en 2006 preparar una exposición histórica que se encuentra en el interior de la Cité du Temps. La visita es gratuita, de 9 a 6 de la tarde, y muestra los Swatchs que más han marcado época desde 1982, año en el que se lanzó la marca, hasta el día de hoy. En salas contiguas, se encuentran muestras temporales de otras marcas del grupo, como Omega, Longines y el prestigioso Breguet.
Por cierto, no dejéis de ver el Reloj Floral (Horloge Fleurie), ubicado en el borde del Jardín Inglés desde 1955, que es a la vez una obra de arte y un símbolo de la industria relojera de Ginebra. En un principio, era solo decorativo, con una sola esfera floral. Hoy, se compone de ocho círculos concéntricos cuyos colores cambian con las estaciones.
El CERN
Un recorrido cultural al uso, que no debemos eludir, nos llevará por los monumentos más reconocidos de la ciudad, como la Cathédrale St-Pierre, máximo valor monumental de la ciudad.
A los hitos turísticos tradicionales, hay que sumar ahora uno que ha cobrado gran fuerza, sobre todo en la comunidad científica. Se trata del CERN, el centro de la Organización Europea para la Investigación Nuclear, donde se encuentra el LHC, gran colisionador de Hadrones. Esta es la más gigantesca y compleja máquina de experimentos jamás inventada por el ser humano, y de las investigaciones surgidas en él, se pretende indagar sobre el origen del universo. El CERN está abierto a visitas, y está dotado de oficinas públicas, hoteles, comedores y restaurantes. Son muy interesantes las visitas escolares, porque los estudiantes pueden conocer directamente a los grandes científicos que trabajan aquí. Pero las listas de esperas son largas, así que conviene reservar con antelación. La web es www.vern.ch.
Quesos y más quesos
Volvemos a los tópicos. Esta vez le toca el turno al queso. Sin alejarnos mucho de la ribera del Lago de Ginebra, pocos kilómetros al interior, encontramos el pequeño pueblo fortificado de Gruyères. Situado sobre un aislado monte a los pies de Moléson, conserva un aspecto medieval. Este aspecto se ve reforzado por el castillo, que puede visitarse de 10 a 16:30 de noviembre a marzo, y de 9 a 18 de abril a octubre. Es uno de los mayores y más pintorescos castillos de Suiza, construido en el siglo XIII. Si alguna vez imaginamos un castillo de cuento hecho realidad, esta sería la mejor materialización de esa recreación. No le falta detalle.
Su castillo y casas antiguas, sin embargo, no son lo más famoso de este pueblo. Sí, el queso de Gruyère se lleva la palma, y es un ingrediente principal en toda fondue que se precie. Si queréis saber un poco más sobre su elaboración e historia, os recomiendo un alto en la Maison du Gruyère, donde podréis ver cómo se elabora. Es una antigua quesería industrial junto a la cual se ha preparado una interesante exposición multimedia.
Moderna y activa
Si seguimos recorriendo la ribera del lago Lemán, nos encontramos con poblaciones como Lausana, Neuchatêl o Montreux. Encontraremos sorpresas muy interesantes en cada una de ellas. Lausana es una ciudad muy moderna y activa, con un casco antiguo digno de disfrutar. Se trata de un lugar con bastante afluencia turística, y es fácil entenderlo por sus atractivos, como un clima benigno que el lago contribuye a suavizar. Su oferta cultural es también un importante imán para el turismo. La Catedral de Notre-Dame es quizás la obra maestra más conocida, y también la máxima expresión de la arquitectura gótica suiza. Lausana es también conocida por sus diferentes manifestaciones culturales, como ferias deportivas, festivales de música, danza y teatro, así como espectáculos en la calle. Nosotros no tuvimos la suerte de coincidir con ninguna de estas representaciones, pero lo anotamos por si tenemos la oportunidad de regresar.
A poca distancia se encuentra la localidad de Bulle, cuyo mayor atractivo, desde nuestro punto de vista, es el enclave natural donde se encuentra. Esto es interesante no solo por las posibilidades de simple contemplación que nos ofrece, sino porque nos permite practicar un poco de senderismo con nuestros hijos. Existen rutas bien delimitadas para practicarlo, y de verdad que merece la pena por los paisajes idílicos que tendremos la posibilidad de presenciar.
Tengo que confesar que Neuchâtel fue para nosotros un lugar de paso, porque teníamos interés en otros lugares y poco tiempo para satisfacer todos nuestros objetivos. Lo lamentamos porque sabíamos de sus bellezas naturales, como su magnífico jardín botánico, así como multitud de actividades, algunas especialmente concebidas para vivir en familia, por su didáctica. Un ejemplo: la visita a las minas, en un viaje a las entrañas de la tierra, para ver cómo trabajaban los mineros de ayer.
Un castillo de ensueño
Uno de los motivos de nuestras prisas era visitar el castillo de Chillon, en Montreux, que teníamos marcado en nuestra agenda como imprescindible. No es solo de los más conocidos del país, sino también el mejor conservado. Nos impresionó a primera vista. Se alza imponente sobre un islote rocoso en el lago Lemán, de tal forma que parece flotar en el agua. Sus torre y almenas parecen dibujados para satisfacer la fantasía de quienes tenemos idealizadas estas construcciones. Para unir el castillo, desde el islote, a tierra firme, se extiende un puente cubierto, construido en el siglo XVIII, en sustitución del anterior puente levadizo.
El castillo perteneció a los obispos de Sión, y después de 1150, a los Saboya. Se terminó de construir con el aspecto actual en el siglo XIII. Una vez en el interior, accedemos a numerosas salas, que se reparten en torno a cuatro patios. Si bajamos a los sótanos, nos encontraremos con la celda de Bonivard. Y si bajamos desde el primer patio, accederemos a la cripta, que es el único resto de una iglesia antigua, destruida en el siglo XIII.
Merece la pena detenerse en algunos detalles, como la sala del Alcaide del castillo, con columnas de madera del siglo XIII, la antigua sala de fiestas, que contiene una colección de armas y armaduras, y la sala de los escudos, que como su nombre indica, alberga los escudos de los alcaldes de Berna, desde 1536 a 1733.
Gran metrópoli
Zúrich se convirtió en nuestra segunda base, esta en el norte del país, para abarcar los puntos más interesantes de los alrededores. La ciudad, por supuesto, es en sí misma un objetivo turístico de primer orden, y nosotros no dejamos pasar la oportunidad de recorrerla.
Nos encontramos en una gran ciudad con bastante más habitantes que la capital, Berna. Esta última ronda los 125.000, y Zúrich está sobre los 365.000. En España nos puede parecer poco, pero estamos hablando de un país más bastante más pequeño que el nuestro. En cualquier caso, se trata de una metrópoli con todas las posibilidades que ofrece una ciudad preparada: más de 50 museos y de 100 galerías de arte, marcas internacionales y marcas urbanas de Zúrich, una variopinta vida nocturna, excursiones a la montaña…
El casco antiguo de Zúrich es una de las primeras cosas que nos sorprenderá. Allí veremos una arquitectura medieval que se mantiene asombrosamente bien conservada. Además, podremos disfrutar de unas vistas privilegiadas a los alpes suizos; de hecho, ya solo por esto merece la pena desplazarse a la ciudad.
Si os gustan las compras, aquí perderéis el norte. La gran cantidad de tiendas comerciales y paseos de compras os llevarán por un recorrido consumista difícil de evitar. ¿Os gustan las joyas y complementos? Pues no os digo más, aquí encontraréis el paraíso.
Muy próximo a Zúrich encontramos el baño termal Zurzach donde ya los romanos disfrutaban de sus cálidas aguas a orillas del Rin y donde podremos disfrutar de una jornada de diversión y relax.
Si tenéis tiempo, acercaos al zoo de Zúrich. Es un sistema ecológico de 11.000 metros cuadrados con cientos de variedades de animales y plantas de la selva de Madagascar.
Aguas del Rin
Las cascadas del Rin es uno de esos espectáculos que no queríamos perdernos. Ya sabíamos de ellas, así que no dudamos en dedicar una mañana a visitar esta maravilla natural. Estas cataratas se forman por el río cuando se precipita de 15 a 20 metros en más de 150 metros de anchura. La masa de agua se separa por tres grandes rocas, y se crea así el espectáculo que tuvimos la suerte de contemplar. Las aguas provienen del deshielo, así que el verano es el mejor momento para apreciarlas en todo su esplendor.
Para llegar, partiendo desde Zúrich, tenemos que recorrer 3 kilómetros hacia el suroeste, hasta llegar al suburbio industrial de Neuhausen am Reinfall. Desde ahí, se baja a la orilla del río, donde, rodeado por las aguas, se alza el castillo Shlössschen Wörth.
Hay unas lanchas para ir a la gran roca central y, sí, lo habéis adivinado, nosotros subimos a una de ellas como buenos turistas. Son lanchas preparadas, por supuesto, y seguras, pero imaginad que, a causa de las cataratas, las aguas no son precisamente mansas. El zarandeo es constante y, en ocasiones, con vaivenes intensos. Nuestra hija pequeña no subió; primero porque ella misma no se atrevía, y segundo porque en los carteles señalan que la altura mínima de los niños permitidos es de 1,20 metros, y acompañados de adultos además. Bueno, acabamos algo zarandeados y mojados, pero nos divertimos, que es lo que buscábamos.
Paisaje alpino
Acabamos nuestro viaje en Lucerna. Con un poco de pena porque es verdad que nos entretuvimos más de la cuenta en la zona sur, y nos quedaron lugares por ver en el norte, y nos habría apetecido mucho. Para otra vez, calcularemos mejor el tiempo.
Lucerna está a las orillas del lago de los Cuatro Cantones, y está ubicada ante un increíble paisaje alpino. Las montañas permiten excursiones muy recomendables, que nos harán deleitarnos con las vistas al lago, que es uno de los principales reclamos turísticos.
De nuevo, las tiendas de recuerdos y relojes nos asaltarán a cada paso, poniendo a prueba nuestra contención ante tanta belleza. Y es que lo natural y lo artesanal no están reñidos, como tampoco lo están lo tradicional y lo moderno. Porque en Lucerna podemos encontrar monumentos históricos pero también diseños innovadores, que han hecho famosa a la ciudad por su vanguardia.
Un paseo por la ciudad nos descubre sus casas históricas, adornadas de frescos, ubicadas en un casco antiguo que no permite el paso de los coches. Encontraremos también muchas plazas e iglesias. Una de las más destacadas es la iglesia jesuita del siglo XVII, que se considera como la primera obra barroca religiosa de Suiza.
Como veis, Suiza tiene mucho por descubrir y que ofrecer. Nuestros tópicos acerca de los relojes, el queso o la nieve se han visto satisfechos y confirmados, pero también hemos comprobado que el país alpino tiene muchos más tesoros para regalar a los curiosos, como nosotros. Los castillos, lo reconocemos, han sido una de las grandes sorpresas, tanto por su belleza como estado de conservación. Ya nos contaréis vuestra impresiones si decidís emprender el mismo viaje que tan buen recuerdo nos ha dejado a nosotros.
Actividades con nuestros hijos
Interhome
Como hemos mencionado en el reportaje, en Suiza se toman muy en serio el turismo familiar. Los Interhome son un ejemplo de lo que decimos. Se trata de una red de más de 3.300 chalets con chimeneas o apartamentos en las montañas. Existen distintas opciones que se ajustan a nuestras necesidades y presupuestos.
Balnearios
Los baños termales son una de las grandes ofertas en Suiza para los turistas. El centro termal y wellness más grande de Suiza se encuentra en Leukerbad, una comuna del cantón de Valais. Cuenta con un núcleo antiguo cerrado a los coches y ofrece, toda clase de actividades y deportes, además, lógicamente, de los baños termales tanto recreativos como de rehabilitación.
Granjas
Una oportunidad excelente para la educación de nuestros hijos es la visita a cualquiera de las granjas que ofrecen actividades para ellos. Se trata de espacios para la enseñanza creativa y un lugar ideal para aprender. Un ejemplo es la granja educativa de Margrith y Claud Sterchi, en La Chaux de Fonds. Durante cinco horas, los niños tendrán la oportunidad de recorrer y examinar detenidamente la granja.
Excursiones
Las rutas de senderismo son una presencia constante en un país con tanta belleza natural como Suiza. Practicar este deporte con nuestros hijos les enseñará a apreciar los valores naturales, y además nos dará oportunidad de pasar un rato en contacto con la naturaleza y con nosotros mismos.
Una posibilidad de lo que decimos se encuentra en al valle de Saas, que posee 350 kilómetros de senderos temáticos y de excursiones, así como programas y actividades especiales para familias y niños. También cuenta con una estación de esquí, por si nos decidimos a practicar este deporte, con 150 kilómetros de pistas de nieve son todos los grados de dificultad.
Moneda
Debido a que Suiza no es miembro de la Unión Europea, el país mantiene como moneda oficial el Franco Suizo, abreviado como CHF.
Para que podamos comparar, los precios se dan en CHF como también en euros. Es posible pagar en euros en muchos negocios, pero nos darán el cambio en francos suizos.
Pasaporte
Cada viajero tiene que poseer un pasaporte válido. Para periodos mayores a 3 meses se necesita un visado.
Clima
Entre julio y agosto, la temperatura oscila entre 18 y 28°C, entre enero y febrero alrededor de 2°C, hasta 7°C. En primavera y otoño la temperatura varía normalmente entre los 8 y los 15°C.
La temperatura cambia según la altura. Se recomienda un equipaje liviano que puede constar de: un pullover, zapatillas con buena suela, crema solar, paraguas, una campera para lluvia.
Electricidad
Utilizan 230 voltios de corriente alterna. Normalmente no tendremos problemas con nuestros aparatos eléctricos, pero se recomienda llevar un adaptador de red. Algunos hoteles nos facilitarán unos propios.
Seguridad
Aunque Suiza es un país seguro, se recomienda viajar con seguros para viajeros, incluyendo coberturas por accidentes personales, enfermedades, pérdida de objetos personales, seguros contra todo riesgo y costes de anulación.