Enrique Sancho
Francia es, sin duda, uno de los destinos más apetecibles para viajar, por proximidad, por afinidad con sus gentes y, desde luego por sus muchos atractivos. Así lo han entendido año tras año 28 de cada 100 españoles que deciden salir al extranjero. Francia es el principal destino para los españoles y también España lo es para los franceses, En cualquiera de los dos países nos sentimos como en casa: queridos, bien tratados, disfrutando de la oferta cultural, de ocio y gastronómica, entre otras cosas. Más de 11,1 millones de franceses nos visitaron en 2019. Es justo devolverles la visita cuanto antes.
En esta ocasión nos centramos en uno de esos destinos que, además, resulta perfecto para toda la familia y, de modo especial, para los niños.
Rico pasado y espectacular futuro
Poitiers parece vivir entre dos realidades bien distintas. Por un lado su rico pasado histórico, que le ha permitido conservar un abundante patrimonio arquitectónico y cultural compuesto por unos 600 monumentos y, por otro, la apuesta de futuro que se vive a pocos kilómetros de la ciudad en el parque Futuroscope, convertido en su atracción estrella y principal suministradora de visitantes.
Está situada en el centro de una región, Poitou-Charentes perteneciente a la gran súper región Nouvelle Aquitaine, la mayor de todo el país, que va del centro de Francia hasta la costa vasca fronteriza con España, con ambiente y paisajes sureños y costa puramente atlántica, en la que la naturaleza es protagonista y está surcada de ríos y canales que han hecho que sea denominada «la Venecia Verde».
Al recorrer la ciudad, salen al encuentro sus huellas medievales en forma de restos de la muralla que en su día la envolvió, en los nombres de gremios y oficios que bautizan sus calles, en la quietud anclada en el tiempo de sus plazas y terrazas, en el laberíntico entramado de sus calles que ha llevado al Ayuntamiento a pintar unas líneas en tres colores (azul, rojo y amarillo) marcando rutas que llevan a los tres barrios monumentales y permiten regresar al punto de partida sin riesgo de extravío. A cualquiera de ellas se asoman iglesias románicas casas medievales, palacetes, abadías y otros edificios y museos de interés. También modernos locales comerciales que se apoyan en restos de templos góticos o muros románicos.
Dos personajes históricos de parecido nombre marcaron hitos importantes en la ciudad. Uno fue Martel, Charles Martel, que frenó a las puertas de Poitiers a los moros imparables que subían desde la península ibérica. El otro Martín, San Martín, que fue muy popular también en España ya que enviaba numerosos peregrinos hacia la tumba del apóstol en Santiago. Aquella fue una de las épocas más gloriosas de Poitiers, cuando la ciudad se llenó de iglesias románicas. También se pueden seguir los pasos de la controvertida reina Leonor de Aquitania con una visita a su Palacio y a la Catedral de San Pedro, cuya construcción ordenó. El Museo de Sainte-Croix, a dos pasos de este importante edificio, permite descubrir con mayor detalle la riqueza histórica y cultural de la ciudad.
Una de las rutas marcadas desciende hacia el llamado «barrio episcopal», donde está la catedral, un templo de sorprendentes dimensiones, con una intrincada filigrana en su fachada, cuajada de ángeles y santos, demonios y condenados, gárgolas y postizos en forma de fantásticas criaturas. A pocos metros de la catedral está el baptisterio de St-Jean, la reliquia más antigua del cristianismo francés, ya que data del siglo IV. Está convertido en museo lapidario, pero son interesantes sus pinturas románicas. Los museos también ofrecen un amplio surtido de propuestas, que van desde el museo Sainte-Croix, con sus colecciones de arqueología y bellas artes, al museo Rupert de Chièvres, que alberga pinturas antiguas y objetos de artes decorativas, pasando por el Espacio Pierre Mendès France, que presenta exposiciones y animaciones relacionadas con la ciencia.
Pero sin duda el lugar de honor lo ocupa Notre Dame la Grande, en el centro de la urbe. La fachada es un catecismo de piedra, donde se codean San Hilario y San Martín con Adán y Eva, Isaías o Nabucodonosor. El interior es igualmente fascinante y sorprendente ya que está pintado de colores de arriba abajo. Para que no falte nada, en las noches de verano y durante las vacaciones de Navidad, el magnífico espectáculo de luz de las Policromías devuelve los colores originales a las esculturas de la fachada de la iglesia. Un momento mágico que no hay que perderse.
Ciudad viva y animada
Poitiers es también una ciudad viva y universitaria, la mitad de sus habitantes tiene menos de 30 años. Cuando cae la tarde, las terrazas de bares y restaurantes se llenan y hacen aparecer una nueva faceta de esta ciudad histórica y cultural. El centro de la ciudad es peatonal, lo que permite pasear por sus calles, sentarse a la mesa para disfrutar de alguna de las especialidades de la región mientras los niños juegan y se divierten al lado. Ya de noche, hay que dirigirse a uno de los numerosos bares temáticos de la ciudad para bailar, cantar, disfrutar de juegos de mesa o charlar, varias formas de pasar una buena velada. Una gastronomía de renombre, un ambiente festivo y una vida tranquila.
Hay que pasear por las callejas y adentrarse en los pequeños comercios en los que descubrir la artesanía transmitida de generación en generación: fábrica de paraguas (una de las últimas de Europa), joyas, cerámica… También deambular entre los puestos del mercado, al pie de la iglesia, y compartir un momento de conversación cordial con los productores locales. Un buen lugar para degustar alguna de sus especialidades: el farci poitevin, una especie de pastel con verduras envuelto en hoja de col que se toma frío o caliente, o el tourteau fromager, un pastel de queso muy jugoso con una corteza exterior quemada, unos macarons, los típicos caracoles y por su puesto los quesos y vinos de la región.
Aunque cuesta trabajo desprenderse del encanto de Poitiers, vale la pena acercarse a la pequeña ciudad medieval de Chauvugny, enclavada en un alto desde el que se domina el valle de la Vienne. Esta localidad tan pequeña alberga nada menos que cinco castillos, algo único en Europa. Hay que pasear por sus callejuelas empedradas y visitar la colegiata románica de Saint Pierre, del siglo XII, en cuyo coro se encuentran seis columnas con capiteles con representaciones de la vida de Cristo, el Apocalipsis y un bestiario que son un referente del románico en el mundo.
Niños y adultos disfrutarán también en el castillo de los Barones, del siglo XI, del espectáculo de cetrería «Les geants du ciel» con águilas, halcones, buitres y otras rapaces danzando en vuelo libre en un marco excepcional. Los que quieran pasar un rato divertido en familia tienen que probar el velorail, unas máquinas de pedales que utilizan las antiguas líneas de ferrocarril para dar un paseo de unas dos horas por la naturaleza que rodea la ciudad.
Futuro y pasado
Pero sin duda donde todos disfrutarán al completo es en la visita a Futuroscope, a pocos kilómetros de Poitiers que, previsiblemente, estará abierto en verano. Como su nombre indica es un parque del futuro, de la alta tecnología, de las tres o cuatro dimensiones en pantallas gigantes, de la realidad virtual, de los efectos sensoriales, de los grandes espectáculos… pero casi todo eso ha estado vedado durante años, por razones de seguridad, a los niños que midan menos de 1,20 (no importa la edad sino el tamaño), lo que dejaba fuera a buena parte de los menores que debían conformarse con unas cuantas zonas de sencillos juegos infantiles y algunas atracciones ligeras.
Pensando en esos pequeños pero importantes clientes, Futuroscope inició el año pasado un singular cambio. En abril de 2019 reinventó «El Mundo de los niños» y creó Futuropolis, una verdadera mini ciudad de 10 hectáreas con 21 atracciones para los niños pero también para los padres y donde los niños realizan sus sueños de mayores. Organizados alrededor de un centro-ciudad, los barrios de esta ciudad imaginaria proponen a los niños jugar a ser atletas, pilotos, jardineros o arqueólogos. Aunque con un enfoque más moderno, se trata de ofrecer de nuevo las atracciones de siempre: toboganes, juegos de agua, coches eléctricos, barquitas…
La visita a Futuroscope siempre es interesante, así lo atestigua el alto número de visitantes repetidores, incluyendo los españoles que suponen el 43% del total de los extranjeros. Hoy siguen siendo grandes éxitos atracciones como «Baila con los Robots» que se estrenó en 2013, o más aún la enternecedora «La Vienne Dinámica» de 1994 y que sigue siendo uno de los iconos del parque. Entre las más recientes, sin duda la de mayor éxito es «El Viaje Extraordinario» de 2017. Es la atracción favorita del parque. Inspirada en «La vuelta al mundo en 80 días» de Julio Verne, propone dar la vuelta al mundo pero en… 4 minutos; pasando por el desierto egipcio, Dubai, el Himalaya o el Taj Mahal. Instalados en una gran plataforma aérea que se mueve al paso de los diferentes paisajes, los visitantes se sienten inmersos gracias a la pantalla gigante donde se proyectan imágenes de gran nitidez.
Futuroscope asume plenamente su identidad lúdica, con una atracción de sensaciones para toda la familia: la primera montaña rusa, en la que se ha hecho la mayor inversión de la historia del parque, con 20 millones de euros. Una atracción capaz de combinar tecnologías de vanguardia, algunas únicas en Europa, con una tematización sobre el espacio y su conquista, tan arraigado a nuestro ADN.
Esta nueva atracción permitirá al visitante ponerse en la piel de un futuro astronauta y medir sus habilidades para partir a una misión al planeta Marte. El pre-show ludo-sensitivo incorpora distintos tests que permitirán evaluar la resistencia física de los visitantes que tendrá lugar en el módulo de contención. Campos electromagnéticos, erupciones solares, aceleración supralumínica, puntos de alta velocidad hasta los 55Km/h… Futuroscope pone toda su experiencia tecnológica al servicio de la creación de una montaña rusa familiar de nueva generación.