En los últimos años han proliferado en Roma aires de cambio y renovación. Un estado de ánimo que ya ha dejado huella en su arquitectura y que también se aprecia en aspectos más mundanos y no por ello menos interesantes: bares, locales, restaurantes y otros puntos de encuentro que apuestan por el Siglo XXI y que en su conjunto están cambiando la imagen de “la città eterna”. Una bella durmiente que sale del letargo con propuestas innovadoras que demuestran que incluso ella es capaz de sorprendernos con su lado más moderno, “trendy” y “gourmet”.
Cuando uno piensa en Roma todo parece hermosamente histórico, antiguo e incluso con un punto entre fascinante y decadente… La verdad es que la città eterna es una ciudad museo cuyos infinitos tesoros pueden provocar cierto empacho, si no se dosifican bien. Es un empacho con mucho gusto, que conste. Algo así como los grandes banquetes romanos. El caso es que el peso de su arte e historia es tanto que los nuevos movimientos y formas artísticas parecen no acabar de encontrar su espacio, aunque lo cierto es que la urbe está en pleno cambio. Roma no solo es el ayer, y buena prueba de ello son los nuevos aires que la recorren y que ya han hecho mella tanto en su trazado arquitectónico como en sus propuestas culturales y de ocio. Parte de este impulso proviene del hecho de que la capital se presenta como candidata a ser la sede de los Juegos Olímpicos de 2020 y se ha embarcado en un ambicioso plan de transformación urbana, Progetto Millennium, del que ya se ven algunos frutos. Pero sus cambios también tienen que ver con un estado de ánimo, con el deseo de los romanos de que su città eterna evolucione y se quite años de encima con una nueva imagen que contraste y enriquezca su versión más tradicional.
Todo parte del diseño, ese campo tan italiano que está en constante evolución y que por fin ha seducido a una ciudad que se resistía a modernizarse. Así han hecho muchos hoteles y también locales donde tomarse una copa al salir del trabajo, como Salotto 42, Fluid o el Momart Cafè, todos ellos unidos por un estilo transgresor que nada tiene que ver con el viejo concepto de bar. Como parte de esta transformación, en Roma debemos habituarnos a otra manera de concebir la oferta ocio-gastronómica. En la mayor parte de los casos ya no tiene sentido hablar de cafés, restaurantes, vinotecas, discotecas… Los nuevos locales de moda aúnan bajo un mismo techo todos estos conceptos y van cambiando su ambientación según avanza la jornada. Un ejemplo de ello es OS Club, un proyecto que ha enamorado a los urbanitas más exigentes y donde hay encuentros, cenas, reuniones, incentivos, música o copas.
Iglesias de vanguardia. Ahora, incluso iglesias y museos hacen gala de las nuevas tendencias en sus formas arquitectónicas. Ahí están obras como la iglesia Dives in Misericordia de Richard Meier, con tres gigantescas paredes curvas cual velamen de una nave que surca el periférico barrio de Tor Tre Teste; o el MAXXI, el Museo Nacional de las Artes del siglo XXI, un amplio espacio fluido, sin paredes, que no solo contiene arte sino que es parte de él; de hecho, ya se ha convertido en el nuevo icono de la ciudad, en el Coliseo del Siglo XXI. También están las grandes reconversiones, como la del Macro Testaccio –inicialmente apellidado Future–, que es la segunda sede del Museo de Arte Contemporáneo y que ocupa los espacios de un antiguo matadero del barrio de Testaccio. Los apasionados del arte contemporáneo y la buena mesa tienen doble trabajo en el Nuevo Macro. Un proyecto minimalista y futurista en el que no solo hay lugar para el arte vanguardista sino también para los buenos bocados, pues en colaboración con Gambero Rosso –algo así como la Michelin italiana– se ha creado recientemente Macro 138, uno de los restaurantes más in de la escena romana.
Alternativas al sur, lejos del centro. El nuevo Macro está en el barrio de Nomentana, y es que para detectar la mayor parte de los cambios arquitectónicos es suficiente con distanciarse un poco de los recorridos de obligada cita. Se ve claramente en barrios como el de Flaminio –al norte– u Ostiense y Eur, al sur de la ciudad. De hecho, existe un gran proyecto en Roma que busca desplazar –o al menos compartir– parte de su protagonismo hacia el sur. Es un proyecto que surge de la necesidad de descongestionar el centro, de buscar nuevos horizontes y de proporcionar otras alternativas tanto para los romanos como para los turistas. El centro histórico es eso, historia. En cambio, hacia el sur de la urbe se abren nuevas formas de entender el ocio y la cultura, más modernas, más dinámicas. Un buen ejemplo es el gran espacio conocido como La Città del Gusto, un moderno edificio de cinco plantas situado en Ostiense –zona Marconi– en el que hay una escuela-cocina de chefs, un restaurante-wine bar y una osteria que en verano cuenta con una espléndida terraza y cuyas degustaciones son más accesibles para el bolsillo que las del wine bar. Todo el edificio está dedicado a los placeres del paladar y a la investigación culinaria, y cuenta también con eventos originales y atractivos, como el llamado Teatro della cucina, una exhibición de chefs que preparan en directo sus innovadoras creaciones culinarias ante un público entregado.
Símbolos decadentes. Frente a este edificio se prevé la construcción del que será bautizado como Puente de la Industria. Cruzará sobre el Tíber para unir La Città del Gusto con el Museo Montemartini –ayer central termoeléctrica, hoy museo arqueológico– y el antiguo Gasómetro, gran construcción que forma parte del viejo tejido de este barrio, al igual que los vecinos y abandonados Mercati Generali. Todos ellos son símbolos decadentes de una época en la que este barrio era el centro del comercio y la industria de la capital. Los más cinéfilos puede que recuerden cierta fisonomía de este barrio gracias al filme de Ozpetek Le Fate Ignoranti, aunque también Visconti le regaló buenos planos en su película Bellissima.
Ostiense tiene mucho a su favor para este proceso de modernización. Los tres factores más visibles son su ubicación –en la periferia del centro histórico–, el hecho de que está dentro del radio de acción de una de las grandes universidades de la capital, Roma Tre, y que la oferta de ocio nocturno lleva años marcando tendencia con locales, discotecas y salas de conciertos como Alpheus (Via del Commercio, 36), La Saponeria Club y Rashomon (ambos en Via degli Argonauti), o Classico Village, y el más selecto Goa (los dos en Via Libetta). En cuanto a los espacios abandonados, van a volver a cobrar vida gracias al proyecto Città dei Giovani, del arquitecto holandés Rem Koolhaas. Una especie de Covent Garden a la italiana, funcional, multidisciplinar y moderno. Oficinas, comercios, moda, cultura y ocio. El proyecto está en pie desde 2004, pero parece que habrá que esperar aún un par de años para ver los resultados.
De palacio mafioso a casa del jazz. El eje de descentralización prosigue desde Ostiense hacia el sur, pasando por el barrio del Eur y en dirección hacia el codiciado mar, pues no en vano el fin último de Ostiense es Ostia. En este eje se ubicará un acuario y la Nuvola de Massimiliano Fuksas, el nuevo centro de congresos que se inaugurará a finales de 2012. Y mientras todo esto se acaba de perfilar, sin salir de este eje pero poniendo rumbo hacia su extremo más céntrico, en el Viale Porta Ardeatina se encuentra uno de los mejores ejemplos romanos de reconversión: la Casa del Jazz. Un palazzo con unos grandes jardines –villa Osio– que fue confiscado al boss de la mítica y terrorífica banda de la Magliana, Enrico Nicoletti, y que el Ayuntamiento de Roma ha transformado en un espacio de tendencia –y gran prestigio– dedicado a la música jazz y a encuentros culturales.
Otro de los barrios que se transforma es el de Flaminio. El pasado 31 de mayo se inauguró el Ponte della Musica, que cruza el Tíber uniendo dicho barrio al Foro Italico. Esta obra de ingeniería, blanca y esbelta, está pensada para peatones y bicicletas (quizás en un futuro pase por aquí un tranvía o un autobús eléctrico) y representa la prolongación natural de la nueva estética iniciada por los arquitectos Renzo Piano (Auditórium) y Zaha Hadid (MAXXI). El plan prevé también la transformación de la concurrida Via Guido Reni –que une el Lungotevere con el MAXXI y el Auditórium–, en un paseo arbolado por el que transcurrirá una línea de tranvía. Y ésta es solo una parte de un proyecto de largo recorrido que ha pasado ya por las manos de varios alcaldes –Rutelli, Veltroni y Alemanno– y que busca convertir la zona en un “gran bosque urbano y cultural”. Sin duda estamos ante el inicio de la nueva Roma del Siglo XXI.
Cuatro propuestas gastronómicas de moda
En el restaurante del lujoso hotel Majestic (Via Veneto, 50), el chef Filippo La Mantia propone una cocina mediterránea revisitada que cuenta con el beneplácito de la crítica culinaria más exigente. El precio medio del cubierto –con vino incluido– es de 100 €, horquilla en la que también se encuentra otro de los grandes aclamados del momento, el restaurante All’Oro (Via Eleonora Duse, 1), donde el chef Riccardo Di Giacinto da fe en los fogones de una merecida y recién estrenada estrella Michelin. Más accesibles para el bolsillo e igualmente deliciosas son las propuestas del chef Davide Mazzoni en la Enoteca Achilli al Parlamento, una de las más afamadas cantinas de vino de Roma que es también restaurante (Via dei Prefetti,15. 80 €), y del Ristorante Molto (Viale dei Parioli, 122. 50 €), en el barrio de Parioli, donde el chef Paolo Castrignano está al frente de una cocina basada en la estacionalidad y una moderna italianidad (ver plano pág. 71).
Texto: Viajar El Periódico