El Imperio
Roma es una parada evidentemente obligatoria si hacéis un circuito, aunque no os dará tiempo a ver casi nada en un solo día, porque cada rincón de la ciudad alberga un monumento de enorme valor. Es como pasear por un museo al aire libre. En cualquier caso, el Coliseo es la primera referencia monumental, afirmación avalada por la reciente inclusión entre las nuevas maravillas del mundo. Ya lo hemos visto en fotografías, películas, postales… pero seguro que os impresiona cuando lo contempléis a pocos metros de distancia. De nuevo, os asaltarán las inquietudes existencialistas.
Hacer ahora un desglose de todos los monumentos que podemos encontrar en Roma aportaría poco. Seguro que vuestro guía, si contratáis uno, os señala los puntos de interés indispensables.
Pero es buena idea dejar tiempo, al margen de estas visitas, para disfrutar de la ciudad. Por ejemplo, paseando por las calles sin un rumbo determinado, solo por el placer de impregnarse del ritmo de vida romano.
En uno de estos paseos, nosotros descubrimos un islote artificial sobre el río Tiber, donde había bares y restaurantes. Nos lo apuntamos y volvimos allí para cenar, alejados de lugares típicos de concentración turística, que ya sabemos cómo afectan a la calidad. Comimos estupendamente, y nuestros hijos pudieron correr a sus anchas en los amplios espacios peatonales entre los distintos establecimientos. Así que, en nuestra experiencia, podemos aprovechar los guías turísticos para las visitas monumentales, que no apreciaríamos igual sin ayuda, y continuar a nuestro aire el resto del tiempo, porque seguramente haremos descubrimientos que ninguna planificación de turismo podría darnos.
Esto es particularmente cierto a la hora de la comida. Sería muy decepcionante acabar comiendo unos mal preparados macarrones con tomate, que es lo que suelen servir si has contratado un pack con almuerzo incluido. Así que la recomendación es disfrutar de los excelente platos de pasta italianos, intentando buscar los restaurantes genuinos, alejados de los que se suelen ofrecer a turistas.
Y mucho cuidado con lo carteristas. Si vais acompañados, seguro que os avisan de este peligro, porque si ya son habituales en muchas grandes ciudades, aquí cobran especial fuerza. Sobre todo si os ven pinta de turistas despistados. La atención debe aumentar si nos encontramos en lugares donde se concentran muchos visitantes. Recuerdo que cuando contemplábamos la Fontana de Trevi, los guías nos recordaban cada cinco minutos: cuidado con las carteras y los bolsos.
Este apartado me cuesta reseñarlo, porque aumenta la fama de picaresca que tenemos los países mediterráneos, pero no podemos hacer otra cosa que reflejar que hemos vivido. Y es que se necesita un esfuerzo mayor por evita los abusos que, en ocasiones, se ejerce hacia los turista, aprovechando su supuesta indefensión. Al episodio de los carteristas se unió el timo que sufrimos en una heladería en pleno centro, donde quisimos hacer una parada con nuestros hijos. A la hora de pagar, nos devolvieron un cambio “equivocado”, y cuando reclamamos la diferencia, la reacción fue montar un escándalo para atraer las miradas hacia nosotros y amedrentarnos. Como no fue una cantidad significativa, lo dejamos. Pero son de esas cosas que habría que evitar, porque ensombrecen lo que, por otro lado, es un país excelente en todos los aspectos.
Medievo en Siena
No hace mucho, el conocido científico Stephen Hawking revelaba que es posible que alguna vez podamos viajar en el tiempo, pero nunca hacia el pasado; siempre al futuro. No es verdad. Yo ya he emprendido un viaje al pasado, y lo he hecho visitando Siena. Porque allí me he transportado a la Edad Media, como he podido comprobar por el trazado de las calles, por las casas, por las murallas con almenas. Ni siquiera hace falta un esfuerzo de imaginación para sentirse transportado de esa forma.
También mantienen costumbres. Divididos en parroquias, los barrios muestran con orgullo las banderas que les identifican: lobos, ocas, mochuelos, unicornios… Cada una de estas facciones competirán en el mayor evento de la ciudad: la gran carrera hípica alrededor de la inclinada plaza principal. El nombre de la competición es Palio delle contrade. No es un reclamo para turistas, sino una competición muy viva y que levanta verdaderas pasiones entre los vecinos.
Nosotros no pudimos asistir a la competición, aunque sí recorrimos la plaza, y es fácil imaginar las carreras de caballos frenéticas, resbalando en cada curva, mientras cientos de aficionados gritan por la victoria de su barrio. Antiguamente, los propios vecinos cabalgaban en esta carrera, pero ahora son profesionales contratados, como hacemos aquí en nuestros equipos de fútbol. No se puede ser auténtico al cien por cien.
Durante todo el periodo medieval, Siena rivalizó con Florencia, pero entró en un declive del que nunca se recuperó después de la devastación que provocó la peste negra, en 1348. Estos son los detalles que un guía puede aclararnos, y lograr así que disfrutemos más de la visita. Seguro que también nos llevan a conocer la catedral, un magnífico ejemplo de la arquitectura gótica italiana.
Florencia, un tesoro
Florencia, ya que la hemos nombrado, es otra de las ciudades candidatas a recibir nuestra curiosa presencia. Como en siena, respiraremos el ambiente medieval en muchas de las construcciones, y en ocasiones este tipo de arquitectura nos rodeará totalmente, dejándonos sin rastro de signos modernos. Esta es una de esas ciudades que hay que recorrer con libertad. No se disfrutará de otra manera, porque Florencia es un tesoro que descubriremos solamente si lo transitamos sin prisas.
Indispensable, visitar los distintos mercadillos típicos de la ciudad, donde seguro que encontraremos artículos para regalar a familiares o amigos. El Mercado de San Lorenzo, en el centro histórico, es el más conocido, y allí podremos encontrar de todo: ropa, cuero, souvenires, alguna chuchería para los niños…
Después de haber satisfecho nuestros impulsos consumistas, nos vendrá bien colmar ahora las necesidades del espíritu. En la Piazza della Signora, podremos contemplar el David de Miguel Ángel, que se encuentra expuesto al aire libre. Bueno, es cierto, se trata de una réplica, pero no deja de impresionarnos su presencia, junto con otras muchas esculturas que conforman un verdadero museo al aire libre.
Si queréis ver el verdadero Miguel Ángel, tendréis que visitar la Galeria dell’Accademia, a poca distancia de la plaza. Esta vez, la escultura se encuentra debidamente protegida en una urna de cristal. La protección, lógicamente celosa, incluye la prohibición de tomar fotos, ya sea con flash o sin él.
La escena que contemplamos, a este respecto, resultó cómica y triste a partes iguales. Distintos encargados de seguridad se paseaban por la sala gritando “no fotos” a cada momento, con un tono crispado, porque en cuanto se giraban, rápidamente sonaban los clics de cámaras furtivas, que desaparecían tan deprisa como habían emergido segundos antes. Los de seguridad se daban la vuelta todo lo rápido que podían repitiendo con más vehemencia su “no fotos”, y mostraban grandes bolsas, a modo de amenaza, donde guardaban cámaras requisadas a otros infractores. La verdad, no fue un ejemplo muy edificante para los pequeños, pero supongo que también de estos casos se puede extraer alguna lección para ellos.