Viajar a Italia es evocar el esplendor de un imperio que aún hoy recreamos con asombro. Está claro que si elegimos un viaje como este es porque queremos disfrutar de las maravillas monumentales que nos ofrece este país. Así que preparamos a nuestros hijos, calzamos zapatos flexibles, y preparamos la videocámara.
Los italianos son deliberadamente temperamentales. Gesticulan y hablan con vehemencia, pero lo hacen como expresión de patriotismo: son italianos y se supone que así es como deben comportarse. Lo pudimos comprobar al llegar a Roma. La línea aérea extravió nuestro equipaje, así que perdimos tiempo en la cinta transportadora, en hacernos entender para reclamar en la correspondiente ventanilla y en lograr que me dejaran entrar de nuevo en el aeropuerto, porque no caímos en denunciar adecuadamente la pérdida.
Llegamos tarde a la cita con el transfer. Me encontré a mi mujer con preocupada cuando volví del mostrador de reclamaciones. Por lo visto, la italiana que nos esperaba mostró, irritada por la demora, su carácter mediterráneo, que enfrió tras una mirada poco amistosa de mi parte.
Fue un mal comienzo, pero luego me alegró que los tropiezos ocurrieran al principio. Esa misma noche llevaron las maletas al hotel, y a partir de ahí todo fue mucho mejor.
Magia en Pompeya
Cómo no podía parecernos perfecto caminar por Pompeya. Andar por el mismo pavimento que pisaron los romanos hace dos mil años. Imaginar la ciudad a partir de las ruinas, asombrosamente bien conservadas, es tan emocionante que cuesta volcar tantas impresiones en unas líneas de texto. Nuestros hijos ya sabían, por los libros de texto, que el Vesubio había irrumpido con violencia en la ciudad. Lo que fue una tragedia entonces se ha convertido hoy en una oportunidad fantástica de conocer, un poco más, una historia que es nuestra.
Pompeya se mantiene en pie y aún hoy está viva, lo que es una oportunidad fantástica para que nuestros hijos comprueben por sí mismos lo que sólo conocían por sus lecciones en el colegio. Todavía podemos leer carteles donde los aspirantes a cargos públicos se promocionaban en las fachadas, de igual modo en que se hace hoy día. Grabado en el pavimento, nos encontramos también, advertidos por nuestro guía, con diversas representaciones de todo tipo.
Esto que describo son solo pinceladas; para una descripción más exhaustiva, es mejor recurrir a una enciclopedia. Sabremos que las excavaciones para recuperar la ciudad comenzaron a principios del siglo XVIII y que aún hoy no han terminado. Que la agitación política era fruto de aspiraciones locales frente a la dominación centralista de Roma. O que la ciudad fue un importante paso de mercancías que llegaban desde el mar.
Yo me quedo con una imagen que todavía sobrecoge. Encerrados en urnas, se conservan las figuras de algunos pompeyanos sorprendidos por la avalancha. Fue tan repentina, que estas momias de ceniza, algunas de niños, quedaron inmortalizadas con expresiones de terror en sus caras o con las piernas recogidas, en posición fetal.