Si alguna vez un meteorito impacta con la tierra, y una sola ciudad sale indemne, yo apostaría por Cracovia. Aunque pueda parecer mentira, de la devastación que supuso para Polonia la Segunda Guerra Mundial, Cracovia salió casi ilesa. Así que o es el lugar con más suerte del Universo, o eso de las piedras “sagradas” de Shiva que hay en el Castillo de Wavel es una realidad y da mucha suerte.
Al ser el principal atractivo turístico de Polonia, Cracovia dispone de una gran oferta hotelera, pero también cuenta con el mayor número de turistas posible. Por este motivo, hay que reservar con cierta antelación.
En Cracovia podemos encontrar desde hoteles de gran lujo, a apartamentos con baño compartido, de todo hay en la viña del señor. Y como es normal, todos los baremos de precios están presentes.
Sinceramente, aunque Cracovia es ligeramente más cara que el resto del país, y las diferencias entre los establecimientos de categoría y los económicos en cuestión de precios es mayor que en el resto de Polonia, yo recomendaría alojarse en hoteles medio buenos como mínimo. Es una ciudad tan bonita y que merece la pena disfrutarla tanto, que no sale a cuenta ahorrar y no disfrutar tanto como podríamos.
Comer en Polonia
Además, comer en Polonia es realmente barato, con lo que podemos afinar el precio quitando el desayuno y las comidas en el hotel, y hacerlo fuera a unos precios muy económicos.
En cuanto a la comida, lo primero es olvidarse de los regímenes y aceptar que vamos a volver a nuestra casa con algún kilito de más, porque vamos a poder disfrutar de buena comida, muy contundente y a un precio estupendo. El precio será mejor cuanto más nos alejemos del “meollo”, de las atracciones turísticas.
En verano, aunque no sea una plaga, al hacer más calor y haber ligeras lloviznas de vez en cuando, hay mosquitos. No son de los que pican, pero pueden ser molestos si dejamos las ventanas abiertas. Este es uno de los motivos por el que recomiendo alojarnos en hoteles buenecitos.
Auswitch
La democracia es el mejor sistema, pero tiene un defecto muy grande, y es que si uno es el que está en minoría tiene que adaptarse y obedecer a la mayoría. ¿A qué viene esto? A que como la mayoría de la redacción opinaba que “no es una visita para niños” y que “es muy duro de ver”, pues no fuimos a verlo.
Así que todo lo que cuento es de “oídas” y por la conversación con una amable familia de Castellón que sí fue.
En primer lugar, sí, es una visita muy, pero que muy dura. Sólo con ver la cara con la que volvieron de la excursión, no hacía falta que me dijeran nada.
En segundo lugar, durante las primeras 24 horas después de verlo, piensas que hubiera sido mejor no haber ido. Después, a medida que pasa el shock, te vas alegrando de verlo y aún más de que tus hijos lo hayan visto y poderles explicar las cosas.
Tengo que decir que Carlos, el padre de estos amigos de Castellón, se arrepintió de la visita. Inés, su mujer, aunque lo pasó incluso peor que él, es de mi misma opinión: estas cosas no pueden caer en el olvido. Hay que mantenerlas vivas y explicárselas a las nuevas generaciones.
En cuanto a la visita en sí, es como La lista de Schindler, pero en escenarios reales. Toda la maldad que un ser humano puede desplegar, metódica y sistemática, se pone de manifiesto en este lugar.
Los hornos, los barracones, todo el dispositivo crea un ambiente absolutamente desolador. Sólo con pensar que niños tan pequeños como tus hijos fueron llevados y destruidos en ese horrible lugar hiela la sangre.
Como me explicó un guía turístico de grupos, cuando iba con viajes organizados y hacían la visita al campo, esa noche era “perdida”, a la gente se le pasaba las ganas de ver cosas o divertirse.
Un complemento didáctico a la visita al campo de concentración es ver el Barrio Judío, o más bien, lo que queda de él. Es un pequeño cuadrado de 300 metros de lado, donde nos podremos hacer una pequeña idea de lo que fue.
Puede que fueran imaginaciones mías, pero en algunas casas, uno se sentía como si fuera parte de la película La lista de Schindler. Ver esas construcciones, algunos patios con cuadros y fotos de sus antiguos habitantes, y conocer la historia, es sobrecogedor.
Minas de sal de Wieliczka
La visita a la mina no puede faltar en un bien recorrido por los encantos de Cracovia. No es la típica mina claustrofóbica y sin mayor interés que unos cuantos letreros o muñecos insulsos. Las minas de sal son una autentica obra de arte esculpida en las entrañas de la tierra.
Están situadas a poco más de veinte minutos en coche desde Cracovia, y hay innumerables formas de llegar y hacer la excursión.
Es verdaderamente espectacular ver las esculturas esculpidas en sal que hay en el interior. Pero lo que verdaderamente es una joya es la capilla grandes dimensiones que hay en su interior. Unos relieves en las paredes de sal, dignos de los mejores artistas.
Un detalle verdaderamente curioso es que todo el trabajo artístico fue realizado a lo largo de los años por los propios mineros. Muchos de los cuales lo hacían fuera de su horario laboral.
Hay visitas guiadas en distintos idiomas, y se puede escoger entre una visita corta de un par de horas, y una más larga de unas 4 horas. Hay que tener en cuenta que se anda bastante y hay muchas escaleras. Lo bueno es que son escaleras de bajada, ya que la subida es en ascensor.
Para los amantes de los recuerdos, hay tienda tanto dentro como fuera de la mina. Como todos los precios en Polonia, son bastante asequibles.
Monumentos
Cracovia es una de las ciudades más bonitas de Europa, yo recomendaría varios días para poder disfrutarla y conocerla. Además, como dije al principio del reportaje, la hecatombe que la Segunda Guerra Mundial supuso para Polonia, pasó de largo.
Puede que yo sea un fanático del arte sacro y no haya muchos como yo, pero tengo que confesar que pasé uno de los mejores días en mi vida de reportero dicharachero, visitando las iglesias en Cracovia.
Las hay para todos los gustos, pequeñas, grandes y medianas. Poco decoradas o de un barroco deslumbrante. Sea cual sea nuestra preferencia, saldremos complacidos.
Una visita imprescindible es al Castillo Real de Wavel. Hoy alberga museos y se pueden realizar visitas a los aposentos reales. Luego, podemos bajar hasta el río y ver el monumento al dragón.
Aunque no sea “un monumento” propiamente dicho, yo prefiero agruparlo aquí. Es el Casco Antiguo en sí mismo, donde están englobadas la mayoría de las iglesias y cosas de interés en Cracovia.
Sin temor a equivocarnos, podríamos situar Cracovia entre las 20 ciudades más bonitas de Europa. Y si hiciéramos una relación belleza/precio, sería de las más “rentables” de visitar.
Una recomendación muy importante en Cracovia es “pasar” del coche. Entre que el transporte público, incluidos los taxis, es barato, que hay muchas calles que son sólo peatonales y que el tráfico puede ser un poco caótico, lo mejor es pasear y usar las piernas. Una buena opción es también la bici.
Nowa huta
Cracovia era el corazón burgués e intelectual de Polonia, por lo que el régimen comunista decidió que había que “proletarizar” la ciudad. Así que junto con una completamente inútil e ineficiente industria siderometalúrgica (no hay ni carbón ni hierro en la región), construyó un barrio obrero.
Un barrio obrero construido y diseñado a conciencia siguiendo los patrones soviéticos. El resultado podría variar entre horror y fantasía de postcomunistas. Aunque a mí me gustó verlo (para eso soy el “bicho raro” de la redacción), la verdad es que si no nos llaman los estilos arquitectónicos soviéticos, la visita nos puede dejar frío.
Bien mirado, es una buena oportunidad para conocer cómo vivía la clase obrera en los tiempos comunistas. Incluso hay restaurantes de comida “comunista” a unos precios aún más económicos.
Actualmente, hay empresas turísticas que hacen recorridos por el barrio y otras reminiscencias del pasado comunista. En algunos de estos tours, se usan coches antiguos soviéticos e incluso se puede disparar un AK-47. Como diría el Sargento de Hierro, “hace un sonido característico, es el arma favorito de nuestro enemigo”. Bromas aparte, imaginación no les falta.
Dice la leyenda
Según la tradición hindú, Shiva arrojó siete piedras mágicas en siete sitios distintos de la tierra. Uno de ellos está situado en la esquina noreste del patio del Castillo Real. Es usual ver peregrinos que se dirigen a ese lugar y se quedan un momento orando o meditando en silencio.
Alojamiento
Alojarse en el centro es lo más recomendable, aunque hay que tener en cuenta que por la noche puede ser un poco ruidoso. Pero las ventanas están muy bien climatizadas e insonorizadas, por lo que no debe de suponer ningún problema.
Parques de ocio
Hay un parque acuático que está muy bien, el de Wodny. Nosotros no fuimos, ya que al ser de Málaga, no le vimos mucho sentido volar 3.000 Kms. para algo de lo que estamos servidos de donde venimos. Pero si la visita es más larga y los niños se cansaran de tanto monumento, puede ser una buena opción.
Estatua curiosa
Hay una estatua metálica de un dragón en la bajada del castillo, a orillas de río. Aproximadamente cada noventa segundos, con oscilaciones para no ser “previsible”, el dragón echa una llamarada de fuego por la boca. Dura escasos segundos, por lo que sacar una foto justo con bicho echando fuego, es un poco complicado, pero es una tarea asumible.
Tradiciones
Al ser Polonia un país llano entre grandes imperios, los asaltos y guerras varias han estado a la orden del día. Debido a esto, hay tradiciones como la de hacer sonar una trompeta cada hora desde lo alto de la torre de la Iglesia de Santa María. Se supone que era una forma de avisar de los peligros, o de la ausencia de los mismos.
En las iglesias
Como en todas las iglesias de Polonia, es recomendable ir vestido con decoro. En algunas, incluso te proporcionarán unas especies de mantones grandes en caso de que el atuendo sea demasiado veraniego. En casi todas es gratuito, pero en algunas es de pago.