Copenhague es una de las ciudades más bonitas que he visitado nunca. No es Roma ni París, pero tiene un encanto que hace que su visita sea muy recomendable. Si estamos planeando un viaje por los Países Escandinavos, es absolutamente imprescindible que la incluyamos.
A golpe de pedal
Si nuestros hijos tienen edad suficiente, una buena opción para moverse es alquilar bicicletas. Los daneses son capaces de pedalear a varios grados bajo cero, por lo que la lluvia o la nieve no interrumpen el servicio ni la circulación de bicis. Ya es cuestión nuestra decidir la temperatura a la que queremos pedalear.
Los canales son otra forma de desplazarse por la ciudad, y a la vez una atracción turística. Aunque sea un poco “de turistas”, merece la pena. También puedes bañarte en determinadas “playas urbanas”. Después de ver a los daneses bañándose, entiendo cómo son capaces de venir a España y bañarse en noviembre como si tal cosa.
La verdad, si uno no es “coleccionista de mares en los que se ha bañado”, no tiene mucho sentido desperdiciar el tiempo en un baño, habiendo tantas cosas interesantes y bonitas en Copenhague. Quizás un chapuzón como experiencia, pero tengamos en cuenta que estamos muy al norte y la temperatura del agua es muy distinta de lo que estamos acostumbrados.
Tívoli
La principal atracción turística de Copenhague no se trata sólo de un parque de atracciones, es mucho más. Situado en pleno centro de Copenhague, los jardines del Tívoli son parte fundamental de la ciudad.
Todos los viernes, en Tívoli hay conciertos, incluidos en el precio de la entrada. Normalmente son grupos daneses, pero también han actuado grandes de la música internacional. Los sábados hay fuegos artificiales que iluminan el cielo de la ciudad, porque, recordémoslo, Tívoli está en pleno centro. Hay quien dice que Tívoli tiene un aire “antiguo” por la forma de los jardines, la ornamentación floral, etc. Yo más bien diría que tiene un aire “bonito”. Está hecho con buen gusto y es agradable.
Hay atracciones para todos los gustos. Desde las más infantiles, a las más salvajes. Es decir, que sea cual sea la edad de nuestros hijos, encontraremos las atracciones apropiadas. Por cierto, son inflexibles a la hora de admitir a los niños por la altura. Si le falta al niño un centímetro, no entra. Aunque eso es algo que yo considero positivo: mejor una llantina del niño que un posible accidente.
Los coches choques de Tívoli son los más fuertes e impactantes que he visto nunca. La pista es muy amplia y los coches tienen una gran capacidad de aceleración y velocidad. A todo esto, hay que sumarle, al menos el día que nosotros fuimos, una gran cantidad de jovencitos rusos y/o lituanos-letones-estonios, que harían parecer a Fernando Alonso un apocado principiante.
No hay típicas “atracciones de agua” a las que estamos tan acostumbrados por el sur, pero es que terminar chorreando en Copenhague no es lo mismo que hacerlo en Sevilla en agosto.
La comida es incluso más barata que en el resto de Copenhague. Podemos comer a unos precios aceptables. Hay un par de sitios de perritos y hamburguesas muy baratos, y podemos completar con una merienda con unos dulces sensacionales en una cafetería que hay al lado de una atracción que es un carrusel vikingo. Pero no nos engañemos, también hay sitios con unos precios más impactantes que una montaña rusa salvaje.
Los espectáculos se suceden, y se puede pasear. Además, tenemos la opción de comprar para los adultos un pase que no permite subirse a las atracciones, pero que da acceso al parque si no queremos subirnos en nada. En definitiva, Tívoli es un lugar mágico y que gustará tanto a nuestros hijos como a nosotros.
Christiana
A ver cómo lo explico. No es un lugar para ir con niños, pero se puede ir. Es como un barrio de Coffe-Shops de Amsterdam, pero a lo hippie. No es tan peligroso como dicen pero, si es como en mi caso, los “fumaos” no te hacen gracia, pues resulta un poco aburrido. No tengo nada en contra de ellos, pero tampoco me parece que sean una “atracción turística”.
Hay tiendas graciosas de cosas hippies, pero no nada muy distinto de lo que podamos encontrar en cualquier mercadillo de aquí. Para los antimilitaristas estará gracioso ir, ya que eso antes era una base militar. Los que hayan hecho la mili en Algeciras le verán una cierta ironía al asunto.
En función de cómo les hayamos explicado a nuestros hijos el tema de las drogas, y de nuestra posición al respecto, será conveniente o no ir allí. Yo, particularmente, no llevé a mis hijos. Pero también es que tienen 7 y 9 años, y esos temas aún no son un problema. Quizás, para adolescentes y previa charla al respecto, sí puede ser interesante.
No debemos de olvidar, por mucho que pueda parecer lo contrario tras visitar este barrio, que las drogas son ilegales en Dinamarca. Lo cual debemos de recordarlo para no tener desagradables sorpresas en el aeropuerto. Que la excusa “es para un regalo gracioso” o “es como recuerdo”, no es algo que la policía danesa admita.
Comer resulta algo más barato que en el resto de Copenhague, pero debemos saber todo lo anterior, para que el “paisaje” no nos sorprenda. Así como el tipo de comida que nos vamos a encontrar.
Gastronomía
Este apartado es un poco difícil de redactar, ya que es uno de los pocos puntos flacos de Copenhague. Aunque lo que pasa en Copenhague nos puede advertir de lo que puede ocurrir en España si no tenemos cuidado y olvidamos nuestras comidas tradicionales.
La comida local ha desaparecido prácticamente, y los pocos sitios donde aún hay comida danesa tienen precios más que prohibitivos. Lo único que hay son restaurantes de comidas étnicas o exóticas, a unos precios más asequibles (aunque muchísimo más caros que en España) y los típicos bufés de comida internacional uniforme, a un precio normalito, pero de una calidad muy discutible.
Lo único que, en cuanto a precio, se asemeja a los españoles, aunque un 20% más caro, son los restaurantes de diseño y con chefs innovadores. En las cuentas de los restaurantes, además hay que añadir generalmente el IVA, con lo que los cálculos previos de coste sufren un incremento no deseado ni previsto.
Si queremos comer decentemente en restaurantes “normales”, debemos preparar de 30 a 40 euros por persona. Si vamos a Mc Donalds o Burger King, los precios son un 50 por ciento más altos que aquí.
Nuestra recomendación es desayunar fuerte en el hotel, pasar el almuerzo en algún sitio menos caro, y cenar fuerte y sin lamentarnos demasiado de lo que vamos a gastar. Porque es algo inevitable. En el desayuno, si el hotel es medio bueno, habrá salmón y otros pescados ahumados y encurtidos. Si, como es mi caso, que los boquerones en vinagre me encantan, en los desayunos daneses se puede disfrutar.
Una cosa importante. En Dinamarca es muy habitual condimentar las patatas fritas, perritos y hamburguesas con “remoulade”. Es una especie de mezcla de mayonesa y mostaza. A mí me gusta, pero a mucha gente le resulta muy raro y desagradable el sabor.
Cultura
Copenhague es un placer si somos amantes de la cultura y los museos. Como tampoco es cuestión de atiborrar a los niños de museos, yo haría una selección. Pero la posibilidad de estar horas y horas viendo museos existe y es una opción personal.
Personalmente, yo no dejaría de visitar el Museo Nacional. Bien estructurado, fácil de visitar y con una estupenda tienda de regalos en el patio central. Como casi todos los museos daneses, las referencias a los vikingos y a su cultura no pueden faltar. Si seguimos con ganas de ver más museos, muy cerca podemos encontrar otro de mis favoritos, el Ny Carlsberg Glypotek. No es tan importante como el Museo Nacional o la Galería Nacional, pero a mí me hizo mucha gracia, aunque sólo sea porque tiene nombre de cerveza y es muy bonito.
Otro lugar a visitar, si estamos en una forma física medio aceptable, es la Torre Redonda. Es como la Giralda en cuanto a forma de subir mediante rampas hasta la cúpula. Podemos disimular el cansancio viendo diversas exposiciones que hay en el camino. Además, hay una excepcional vista del casco antiguo desde el mirador.
En nuestra visita a Copenhague no puede faltar el Rosenborg Slot, el castillo de Rosenborg. Es un Palacio Real como puede ser el de Aranjuez. En principio, hay partes del castillo que siguen siendo utilizadas como residencia de la familia real danesa. Pero las partes que se pueden visitar son muy aparentes. Si deseamos hacer fotos, hay que pagar una pequeña tasa y te ponen una pegatina. En caso contrario, no nos estará permitido tomar fotos.
Lo más llamativo del castillo es la visita al Tesoro Real que está en el sótano. Aquí deberemos tener cuidado. No permiten hablar alto ni tocar las vitrinas.
A tener en cuenta
Si pagamos en cualquier tienda o restaurante con tarjeta, da igual que sea de crédito o de débito, nos cargarán un 4 ó 5 por ciento más en la factura. Igual o superior porcentaje nos cargarán si queremos pagar en euros, ya que Dinamarca no está en la zona Euro. Además, al pagar con tarjeta en un restaurante, hay que estar atentos cuando nos traigan el datáfono, porque antes o después de introducir el PIN, nos puede salir un mensaje preguntándonos si queremos añadir a la factura una propina.
Los daneses son muy ecológicos. Se podría decir que lo viven de verdad. En Copenhague, según mi subjetiva y personal impresión, baten el récord de Dinamarca. Se estima que el 60% de la comida que se sirve en los hoteles es 100% ecológica. La mantequilla y los panecillos están geniales. Del café no se puede decir lo mismo. Aunque quizás mi percepción del café está influenciada por el hecho de que no había leche caliente por motivos medioambientales.
Buena organización
El aeropuerto de Copenhague está muy bien organizado y no es nada difícil acceder a las distintas puertas de embarque. Los controles de seguridad son rigurosos, pero hay los suficientes puestos como para que no se eternice la espera. Hay unos controles para familias, con más espacio, para que los distintos miembros vayan pasando y no estorben. Hay dos kioscos con prensa española, limitada en número, pero hay.
En coche
Conducir en Copenhague es muy sencillo, pero si vamos a alquilar un coche para ver el resto de Dinamarca, lo mejor es hacerlo cuando ya nos vayamos de Copenhague. No merece la pena gastarse el dinero para tener un coche en la ciudad. Las bicis y el transporte público son las mejores opciones, y hay agencias de alquiler de coche en pleno centro, con lo que no tendremos problemas para movernos por la ciudad.