Visitando su conjunto monumental amurallado, iglesias y conventos, palacetes renacentistas, casas solariegas, el acueducto, la judería y el río Jerte, comprenderemos por qué Alfonso VIII fundó Plasencia con el lema “Ut placeat deo et hominibus” (Para el placer de Dios y los hombres).
Aún hoy podemos disfrutar del mismo placer que describió Alfonso VIII, porque Plasencia conserva intacta, en sus calles y plazas, su pasado de nobles y caballeros, de clérigos y artesanos, que se mezclan con un futuro esperanzador de una ciudad que ha sabido crecer respetando sus raíces sin renunciar al presente y a un futuro esperanzador que han convertido a la ciudad en la capital del norte de Extremadura.
La Plasencia tangible e intangible se hace grande junto con el entorno que rodea esta bella ciudad medieval, los valles del Jerte, la Vera y el Ambroz, el Campo Arañuelo, las vegas fértiles del Alagón, la naturaleza en estado puro de las Hurdes o la singularidad arquitectónica de Sierra de Gata, hacen de Plasencia un punto de encuentro imprescindible para conocer el Norte Extremeño, cuajado de momentos históricos, de patrimonio cultural y naturaleza inigualable, un rincón en España que sorprende por su diversidad y su belleza.
Naturaleza y rutas de senderismo
Abrazada por el río Jerte, Plasencia esconde paraísos naturales fáciles de disfrutar en familia y lugares estratégicos donde practicar deportes en contacto con la naturaleza, con decenas de lugares para practicar senderismo o donde disfrutar paseando en el corazón de la naturaleza.
Las sendas peatonales en los márgenes del río se han convertido en uno de los lugares más populares para el paseo o la práctica del ciclismo familiar en un entorno mágico en el que la naturaleza y la mano del hombre han sabido crecer unidos.
No podemos olvidar parques como la isla, el parque de los pinos o la coranación, lugares de encuentro para el ocio del placentino y el viajero. Pero es, sin duda, el Monte de Valcorchero el lugar que más sorprende a los amantes de la naturaleza. Situado en las estribaciones de la Sierra del Gordo, este monte de titularidad pública es paisaje protegido de Extremadura. Su población de alcornoques y su relieve abrupto hacen de este monte un lugar de incalculable valor estético.
Con numerosas rutas para recorrer, existe una de forma circular que permite conocer las características más asombrosas de este valle del corcho. Restos de edificaciones del siglo XV dejan adentrarse en zonas ejemplares de dehesa hasta llegar al Santuario del Puerto, edificación de 1720 donde se encuentra la Virgen del Puerto, Patrona de Plasencia, un lugar que merece una visita reposada para disfrutar de las vistas de la ciudad y el valle del Jerte.
El recorrido puede continuar pasando de la zona de solana a la de Umbría y, llegando al punto de partida, nos encontraremos por el camino con vacas y ovejas que pastorean en este Valle del corcho.
Joyas culturales
Plasencia tiene un pasado multicultural: celtas, romanos, árabes, judíos y castellanos forjaron su historia con la Vía de la Plata como protagonista. Pertenece también a la Red de Juderías de España, y ofrece algunas visitas indispensables, como el centro de interpretación de las ciudades medievales Torre Lucía, el museo etnográfico y textil Pérez Enciso o el museo de caza del Duque de Arión, en el palacio de Mirabel.
La catedral de Plasencia ofrece la particularidad de albergar dos edificios unidos arquitectónicamente y diferenciados en el tiempo y estilo: La catedral Vieja o de Santa María, de traza románica (s. XIII), alberga el museo catedralicio y un hermoso claustro. La catedral Nueva, de estilo gótico-renacentista (s. XVI), destaca por su bella fachada plateresca, el retablo mayor y la sillería del coro.
El conjunto histórico de Plasencia impresiona: de su arquitectura religiosa, ademas de la mencionada catedral de Santa. María, merecen visitas el convento de Santo Domingo y las iglesias del Salvador, San Nicolás y San Martín. En cuanto a la civil y palaciega es extensa, pero no debemos dejar de ver la muralla, el acueducto, el palacio de Mirabel, la casa del Deán y la de las Argollas, el palacio Episcopal… y la judería, cercana al convento de S. Vicente Ferrer, actual Parador de Turismo.
La plaza Mayor es el eje vertebrador de la ciudad intramuros y centro neurálgico de la vida social placentina. Preside la plaza el edificio del Ayuntamiento, que contiene una curiosidad mu llamativa. En su torre está colocado un autómata conocido como el Abuelo Mayorga, que toca la campana cada media hora. Seguro que nuestros hijos les encanta verlo actuar.
Un historia intensa
Las huellas monumentales que muestra Plasencia proceden una intensa historia que ha creado una impronta singular en toda la ciudad. El carácter militar y la óptima situación estratégica unido al afán de reconquista del rey castellano llevó al fortalecimiento de la ciudad a finales del siglo XII con la creación de la muralla y el reforzamiento con la barbacana y la construcción del Alcázar, del que desgraciadamente no podremos disfrutar porque está desaparecido ya en nuestros días.
También en este siglo comenzó la construcción de la Catedral Vieja así como la aparición de los primeros Palacios y casas señoriales de las que todavía quedan buena muestra de ellas.
También tuvo Plasencia que ver con las discordias sobre la batalla de sucesión de Enrique IV de Castilla.
Los siglos XVI y XVII marcaron el punto culminante de su historia contribuyendo Plasencia con sus hijos, al descubrimiento, conquista y evangelización del Nuevo Mundo. Fundó importantes instituciones Benéficas y culturales y nos legó monumentos que hoy nos sobrecogen, sobre todo la Catedral Nueva o Plateresca.
Punto de encuentro del patrimonio intangible
Si el patrimonio cultural, natural y monumental tiene una importancia singular en la ciudad de Plasencia, no debemos olvidarnos de la importancia del patrimonio intangible que han hecho de esta ciudad la capital de las comarcas del Norte de Extremadura.
Plasencia es “Muy noble, muy leal y muy benéfica”, cualidades estas difíciles de tocar pero fáciles de sentir e incluso explicar. El rey Alfonso concedió a Plasencia el título de Muy Noble. Los Reyes Católicos, para premiar la fidelidad de Plasencia hacia la corona, le otorgan el título de Muy Leal. Y la reina regente María Cristina decidió concederle el título de Muy Benéfica.
Pero hay otro patrimonio que es más fácil de ver y de sentir que de explicar, es el respeto a las raíces que ha vinculado a Plasencia para siempre con los parajes que la rodean.
Cada martes desde la fundación de la ciudad se celebra en la plaza Mayor un mercado de frutas y verduras, en el que los agricultores y hortelanos de las fértiles vegas que rodean a la ciudad de Jerte ponen a la venta sus productos acompañados de artesanos que llenan de luz y color la plaza.
Este mercado alcanza su momento más importante con la celebración el primer martes de agosto del llamado Martes Mayor, una celebración creada en los años 70 como homenaje a todas esas personas que semana tras semana acercan sus productos a la ciudad, así, cada Martes Mayor se convierte en la expresión festiva de los mercados de los martes.
Tradicionalmente, el día del Martes Mayor se reconocen y premian los mejores ejemplares de frutas y hortalizas, los puestos mejor presentados y la mejor artesanía mediante los diferentes concursos convocados por el Ayuntamiento, a los que se suma los singulares certámenes de flauta y tamboril, trajes regionales y medievales, y decorado de balcones.
Bailes y disfrute de los sentidos
Son muchas las expresiones artísticas que han reflejado este mercado del martes. Quizás la más conocida es la de Mercado de Plasencia en la que Joaquín Sorolla inmortalizó el momento.
Es el Martes Mayor cuando vuelve la música de la flauta y el tamboril a las calles del centro de la ciudad, los bailes regionales, los impresionantes trajes de montehermoseña, donde los olores y sabores recuerdan a antaño, la gastronomía tradicional vuelve a los restaurantes y lugares de tapeo. Es la exaltación de las raíces que han hecho al placentino tal y como es.
Plasencia es, sin duda, un lugar para visitar, para disfrutar y conocer, es un lugar concebido para el disfrute de los sentidos.