Cuando viajamos a un país y pedimos consejo a la oficina de turismo, hay tres cosas que nunca fallan en los planes que nos hacen. Indefectiblemente, nos quieren llevar al mejor zoo que tengan, nos quieren subir a algo muy alto y que a ser posible permita un descenso rápido y vertiginoso, y un paseo por alguna cueva, gruta, mina abandonada o agujero subterráneo.
Este reportaje es una especie de “aconsejario” para cuando visitemos el mundo subterráneo. No es una “biblia” ni tampoco pretendo dármelas de espeleólogo. Se trata de las vivencias y consejos que doy a mis amigos cuando me preguntan. Esto es un decálogo para mis amigos.
1.- Esta cueva es la más…
Si vamos con naturales del país a hacer la visita, o somos guiados por un extranjero que hable nuestro idioma, deberemos tener cuidado con no herir sus sentimientos.
Esto de las cuevas es como los gimnasios de kárate cuando yo era joven. Siempre había en cada gimnasio un par de campeones del mundo. Cosa que si extrapoláramos al resto de España, hubiera dado unos cuantos miles de campeones mundiales.
Pues con las cuevas, lo mismo. La que visitemos, al decir de los lugareños, será la más… alta, baja, honda, profunda, bonita, histórica, artística, antigua o cualquier adjetivo que nos podamos imaginar.
2.- Claustrofobia y vértigo
Es normal que las personas que lo pasan mal en los ascensores y demás sitios cerrados no disfruten en las cuevas. Pero también los que sufren de vértigo deben andarse con ojo e informarse.
Los claustrofóbicos deben informarse muy bien de si hay partes del recorrido que conlleva estar más “aprisionado” o “encajonado” de lo normal. Es posible que la misma cueva que tiene una “Cúpula de San Pedro bajo tierra” (metáfora recurrente en el mundo “cuevil”), tenga un acceso en el que debamos de ir agachados y en fila india. Vamos, el ideal para un claustrofóbico.
En cuanto al vértigo, es probable que en la visita a la “Cúpula de San Pedro bajo tierra”, pueda haber una parte del recorrido donde el suelo queda a más de 30 metros y sólo nos separa una barandilla con pinta de caerse si te apoyas mínimamente.
3.- Santiago y cierra España
Decía un libro de esgrima antiguo que el español, en el combate con espada, miraba al adversario, decidía por dónde iba a dar la estocada y la ponía en práctica, sin importarle un ardite lo que hiciera el enemigo, es decir, empezaba y sin marcha atrás.
Pues con muchas cuevas pasa lo mismo. Ya que entras en el recorrido, no hay marcha atrás. Te guste o no, tienes que terminar el recorrido, muchas veces al ritmo que te marcan.
En otras, es posible hacer “recorrido largo” o “recorrido corto”. Pero no nos engañemos, el corto debería llamarse “normal” y el largo, debería llamarse “infierno bajo tierra”. Así que, mejor informarse previamente y decidir antes.
Esta cuestión es de capital importancia si vamos con niños muy pequeños o con ancianos y/o discapacitados.
4.- Hay que bajar y subir
Puede parecer una perogrullada, pero una visita al subsuelo conlleva una bajada de nivel y una subida a la superficie. Y esto es algo que muchas veces no tenemos en cuenta.
Hay que ver cuál es la forma de bajar y cuál la de subir. Porque esas simpáticas escaleras de bajada, se pueden convertir en unas agujetas de caballo al día siguiente, porque hay que subirlas.
También es conveniente informarse de cómo son los “trenecitos”, “vagonetas” y similares. En más de una en las que hemos montado, no tienen mucho que envidiar a las montañas rusas de los parques temáticos, pero con menos sistemas de sujeción.
5.- Y yo con estos pelos
Cada cueva es un mundo. Y cada mundo tiene su propio microclima. Puede que en la superficie estemos a 40 grados y en la cueva a 12. Y puede que estemos a 8 bajo cero en la superficie y 15 en el subsuelo. Además, en muchas cuevas hay “goteras” y humedades varias.
Por estos motivos, es muy importante que nos enteremos de las condiciones climáticas. Porque una visita de 2 horas tiritando o con varios kilos de ropa de más pueden ser bastante desagradables.
A la luz de nuestra experiencia, lo más funcional suelen ser los chubasqueros finitos, te cubren de las goteras y humedades y te abrigan más o menos.
6.- La inmortalidad no es para esta cueva
Si somos de los que no podemos resistirnos a inmortalizar los momentos con nuestra cámara, también deberemos informarnos. En muchas cuevas no está permitido hacer fotos. Otras no permiten los flash, e incluso en algunas te requisan los aparatos.
7.- Cuevas interactivas
Una de las cosas que se están poniendo de moda en algunas visitas es que el visitante es parte activa de la visita.
En unas, puede recrear lo que hacían los antiguos pobladores, en otras puede hacer el trabajo que se desarrollaba, en otras hay muñecos que interactúan contigo (normalmente salpicándote o asustándote) o accionando tú los medios de transporte.
Esto de “los medios de transporte” tiene su miga. Normalmente se trata de algún barco, balsa o barca en la que, mediante energía mecánica, es decir, tú a base de brazos, el vehículo acuático se desplaza por una superficie líquida más o menos grande, de la cual ignoramos normalmente la profundidad.
Los niños se lo suelen pasar en grande. Los adultos solemos tener bastante con evitar que nuestros hijos se caigan al agua.
8.- El Corte Inglés subterráneo
Da igual el tipo de exploración subterránea que realicemos. Siempre acabará en una tienda. A menudo, se suele pasar por dos, ya que una suele estar a la salida y otra dentro del recorrido subterráneo.
Si nos ha gustado mucho la visita, podremos comprar todo tipo de artículos relacionados con la misma. Los precios no suelen variar mucho de los de las tiendas de recuerdos de los alrededores. Así que si hay algo que nos guste, podemos comprarlo sin miedo a verlo a mitad de precio a cien metros.
9.- Yo no sufrí la LOGSE, así que…
Una de las cosas que siempre me han hecho gracia es la particular versión de la historia que se cuentan en los distintos países. También en España. Pero hay que reconocer que, al menos, los que no sufrimos la LOGSE podemos presumir de una visión de la historia más o menos imparcial.
Una cosa recurrente en las visitas a las minas visitables en Europa en aquellas cuya explotación se remonta al siglo XVI-XVIII, es lo malos que eran los españoles de aquellas épocas y lo mucho que influyó en la derrota de los españoles la explotación de esa mina.
Desde la Armada Invencible hasta Rocroi, si una unidad o ejército español ha sido derrotado, es gracias a alguna mina perdida de la mano de Dios. No merece la pena intentar explicar que los imperios nacen y mueren, y que en la descomposición de España empezada con los Austrias tuvo poco que ver esa mina. Si son felices así, tampoco vamos a quitarles la ilusión.
10.- No tomarme demasiado en serio
Creo que de todos los consejos de este decálogo, este es el más importante. Si os gustan las cuevas y grutas, disfrutadlas. Yo es que soy bastante mordaz y cínico.
Pero tengo que reconocer que algunas visitas nos han encantado y lo hemos pasado de fábula. También es verdad que algunas han sido verdaderos pestiños.
Así que, tomad mis consejos, adaptadlos a vuestros gustos y necesidades, y disfrutad de la experiencia subterránea. Como Jacques Cousteau, pero bajo tierra, no en el mar.