Uno de los bosques más bellos de castaños en Europa está en El Tiemblo, a menos de una hora de Madrid. En la abulense Reserva Natural del Valle de Iruelas se encuentra un inmenso castañar colmado de majestuosos ejemplares de castaños que se funden con robles, alisedas, avellanos, pinos y acebos. Una senda que nos sumerge en un soñado bosque de colosos que resulta casi exclusivo en su especie.
Parece impensable que a tan solo 45 kilómetros de Ávila y a 90 de Madrid se encuentre un bosque de fábula, donde se podrían recrear miles de leyendas entre sendas cuajadas de castaños. En él, los espigados ejemplares se alzan solemnes, casi rozando el cielo de la increíble reserva natural, ubicada en estas antiguas tierras castellanas. Antes de comenzar la ruta merece la pena un paseo por la localidad de El Tiemblo para visitar la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, curiosa por su torre del siglo XV y por no estar concluida, ya que casi todos los canteros de la época fueron reclutados para trabajar en el Monasterio de El Escorial. También es interesante la barroca ermita de San Antonio de Padua, una de las primeras dedicadas al santo, que es el patrón de El Tiemblo.
Tampoco hay que perderse los Hornos de las Tinajas, de principios del siglo XIX, que fueron construidos para cubrir la gran demanda existente en la época, cuando Carlos III autorizó la plantación de viñedos con el objetivo de acabar con el paro. Al parecer son exclusivos en la provincia de Ávila, donde se levantaron al menos cinco hornos. Tras un breve paseo por El Tiemblo, nos encaminamos de nuevo hacia la gran rotonda, la última antes de la salida a la carretera, donde nos desviamos a la derecha para encontrar fácilmente la indicación hacia la Senda del Castañar. Cruzamos la urbanización Buenavista y, a la salida, aparcamos el coche y empezamos la ruta.
La subida es suave por una pista ancha y cómoda, de unos siete kilómetros de longitud. Durante el ascenso disfrutamos a nuestra derecha de un magnífico bosque de pino resinero, donde pastan las famosas reses de Ávila, y a la izquierda, de la espectacular panorámica de la garganta del Yedra, siempre acompañados por las melodías de las muchas colonias de aves que viven en el pinar. El inicio es de asfalto, pero enseguida, casi a la altura del encantador paraje donde se alza el monumento dedicado a Félix Rodríguez de la Fuente, empieza la pista de tierra.
El naturalista rodó en este paraje documentales sobre el buitre negro, una impresionante rapaz en vías de extinción, aunque afortunadamente en esta zona habitan aún unas setenta parejas. Ascender por esta pista forestal es una delicia. Al final, después de algo más de siete kilómetros, llegamos al puente de piedra para cruzar el arroyo de la Garganta, por el que entramos en el área recreativa El Regajo, una pradera perfecta para descansar de la subida y reponer fuerzas antes de adentrarnos en la Senda del Castañar.
Una arboleda de fantasía
A la derecha de la zona recreativa de El Regajo, en una ligera bajada cruzamos el pequeño puente de madera que nos adentra en la Senda del Castañar, un espléndido vergel de árboles y agua. Iniciamos la senda en paralelo al arroyo del Castañar, donde en la entrada existe un joven robledal, y, nada más superarlo, empezamos a contemplar abedules, cerezos silvestres y avellanos.
El camino asciende ligeramente y, tras unos metros, comenzamos a ver el majestuoso bosque de esbeltos y longevos castaños, que se alzan infinitos hacia el cielo. Mientras bordeamos el monte con desniveles suaves, llegamos a la fuente de los Cazueleros, donde encontramos una bifurcación y tomamos el camino de la derecha. Descendemos por una suave bajada, para cruzar el pequeño puente de madera sobre el arroyo del Castañar. A partir de aquí continuamos, ahora en subida, entre magníficos ejemplares, pisando una lujosa alfombra de hojas y amenizados por el increíble sonido del silencio.
Al final de la pendiente llegamos a una explanada donde el bosque se abre y encontramos a la derecha el acogedor refugio de Majalavilla. El albergue, que casi siempre tiene leña en el exterior para encender su chimenea, está ubicado en un enclave privilegiado, sito en un conveniente cruce de caminos. Al parecer, a mediados del siglo pasado muchos tembleños pasaban largas temporadas en el monte trabajando como pastores, agricultores o madereros, y para que pudieran guarecerse se construyeron seis albergues en lugares estratégicos de la montaña. Este es el más grande y el mejor conservado, y en su interior tiene pinturas de colores muy vistosos. Dejamos Majalavilla a nuestra derecha y descendemos por el camino hasta encontrar un pino resinero, provocador por su considerable tamaño, bien alimentado por el nutritivo sustrato de la zona, donde los pinos pueden llegar a alcanzar más de 40 metros de altura.
El abuelo del castañar
Un poco más abajo, a menos de cien metros, llegamos al Abuelo, el coloso de la senda, el señor del bosque, el soberano de savia lenta que reina en esta arboleda. El Abuelo es un castaño monumental de más de 500 años, con 19 metros de altura y más de trece de diámetro. A pesar de estar totalmente hueco, siempre rebrota en los meses de primavera. A su alrededor, a modo de simbólica protección, lo guarda una valla de madera, y un original cartel de la concejalía de Medio Ambiente anima a los visitantes a que lo respeten. Cuentan los mayores del lugar que en su interior se podían resguardar grandes rebaños de cabras. Su tacto, su madera, su ubicación y su inmensidad seducen, sin lugar a dudas, a cualquier visitante.
Después de disfrutar del longevo coloso, reanudamos el camino. Entre la arboleda, divisamos a la derecha la garganta de la Yedra, mientras nos adentramos en una de las zonas más solitarias del bosque mágico. Estamos en un área deliciosa por su frondosidad y por el tintineo del agua del arroyo. Su sonido y sus continuos saltos de agua embelesan al caminante y casi invitan a bajar al margen del río, que tiene un agua tan limpia que lo convierte en un paraíso para truchas y nutrias. Aquí los centenarios castaños se mezclan con los robles y forman un increíble contraste de colores y texturas. Guiados por el Yedra, llegamos a la plácida pradera de Garrido, donde el bosque se abre.
Muy codiciado por los romanos
En la llanura encontramos una bifurcación y tomamos el camino de la izquierda, donde, después de atravesar un pequeño rebollar, llegamos al paraje conocido como el Castañar del Resecadal. Este rincón está cuajado de robustos troncos, de copas amplias y redondeadas, que acumulan en sus inmensos pies sus frutos, envueltos por unas cúpulas espinosas en forma de globo. Estos gigantes tienen una edad media de 150 años, aunque hay ejemplares que pueden vivir hasta un millar de años. A través de la historia, el castaño ha sido un árbol muy cotizado, sobre todo en la época de los romanos, que le dieron gran importancia como alimento para los ciudadanos y las tropas, por lo que se cree que promovieron su plantación y distribución.
Mientras subimos, tenemos una atractiva panorámica del macizo de Gredos y de la garganta de la Yedra. En esta parte del sotobosque, gracias a la excelente calidad de la tierra, conviven con el castaño saúcos, fresnos, cerezos silvestres, olmos, acebos, avellanos y majuelos, toda una tentación para ardillas, jabalíes, jinetas o corzos. Algo más adelante encontramos el castaño Codao, singular por un viejo tronco central que, aunque ya muerto, genera rebrotes que crecen con fuerza.
Desde aquí empezamos el descenso por un camino sinuoso y con gran pendiente, donde llaman la atención las enormes rocas graníticas que salpican las márgenes del sendero. Continuando por la pista, salimos a otra bifurcación donde continuamos, por la derecha, hasta llegar al puente por el que entramos a la Senda del Castañar. Tras cruzar de nuevo el puente, salimos al área de El Regajo y comenzamos el descenso de unos siete kilómetros hasta El Tiemblo.
los toros de guisando. De vuelta hacia Madrid es imprescindible hacer una visita al conjunto escultórico de los Toros de Guisando. Salimos a la carretera nacional que une El Tiemblo con San Martín de Valdeiglesias y, a unos nueve kilómetros, veremos a la derecha el desvío. Tras recorrer dos kilómetros, en la margen izquierda del arroyo Tórtolas, junto a la Cañada Real, se encuentran los espléndidos Toros de Guisando. Son cuatro esculturas de granito de la época de los vetones, tribus de origen celta que poblaban, antes de la llegada de los romanos, las provincias de Ávila, Salamanca y Portugal.
Se cree que los toros se esculpieron entre los siglos II y I a.C., en plena Edad del Hierro. Parece ser que como para los vetones la ganadería resultaba básica para la subsistencia, crearon estas esculturas protectoras de los animales, aunque esta es solo una de las muchas teorías planteadas en torno a los toros. El lugar da nombre al Tratado de los Toros de Guisando, porque en el siglo XV se firmo aquí el acuerdo entre el rey Enrique IV y su hermanastra Isabel I de Castilla en virtud del cual Isabel se proclamó princesa de Asturias y heredera al trono de Castilla. También es conocido como la Venta Juradera, y de aquel acontecimiento que marcó la historia de nuestra península tan solo se conserva un pequeño muro.
Ficha técnica
Inicio: A la entrada de El Tiemblo, justo en la primera rotonda, pasada la gasolinera, encontramos el desvío hacia la Senda del castañar a la izquierda. Está muy bien señalizada. Pasada la urbanización donde termina el asfalto, empieza la ruta. Apta para realizar en bicicleta de montaña.
Dificultad: Baja.
Desnivel: 1.092 metros.
Distancia; 18 kilómetros.
Duración: Dependiendo del ritmo de la marcha, unas cinco horas.
Épocas: Cualquier momento del año, aunque las estaciones más recomendables son en verano, por el frescor que ofrece la espesura del bosque, y en otoño, por la luz dorada que emana de la arboleda la alfombra de colores que forman las hojas.
Guía práctica
Dónde comer
En El Tiemblo: La Bodeguita de Pilar (Tlf. 687 427 494), Toros de Guisando (Tlf. 918 627 082) y Casa Mariano (Tlf. 918 625 245) .En Burgohondo, a 20 kilómetros, Posada Real El Linar del Zaire (Tlf.920 284 091).
Dónde dormir
En El Tiemblo: Hotel Toros de Guisando (Tlf. 918 627 082), Apartamento turístico Rural Rut (Tlf. 650 699 979) y Centro de Turismo Rural Valdepalomas (Tlf. 918 625 329). En El Barraco: Hostal las Cruceras (Tlf. 918 625 694).
Texto: Revista Viajar